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triángulo d tela en el sexo y se comparaba con mujeres veinte, años menores, sonreía<br />
orgullosa. Sí, hija, vale la pena. A veces, al entrar en un salón, percibía el aire cargado <strong>de</strong><br />
envidia y <strong>de</strong>seo, entonces sabía que sus afanes daban resultados. Pero era sobre todo<br />
en los brazos <strong>de</strong> Michel don<strong>de</strong> adquiría la certeza <strong>de</strong> que su cuerpo constituía un capital<br />
rentable, pues le proporcionaba el mayor <strong>de</strong>leite.<br />
Michel encarnaba su lujo secreto, la confirmación <strong>de</strong> su propia estima, la causa <strong>de</strong> su<br />
más íntima vanidad. Era tanto menor que podía pasar por su hijo, alto, <strong>de</strong> anchas<br />
espaldas y angostas ca<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> torero, el pelo <strong>de</strong>steñido por el exceso <strong>de</strong> sol, los ojos<br />
claros, un dulce acento al hablar y toda la sabiduría necesaria a la hora <strong>de</strong>l <strong>amor</strong>. La vida<br />
ociosa, el <strong>de</strong>porte y la falta <strong>de</strong> ataduras imprimían una sonrisa perenne en su rostro y le<br />
daban una disposición juguetona para el placer.<br />
Vegetariano, abstemio, enemigo <strong>de</strong>l tabaco, carecía por completo <strong>de</strong> pretensiones<br />
intelectuales y obtenía sus mayores goces <strong>de</strong> las diversiones al aire libre y los encuentros<br />
<strong>amor</strong>osos.<br />
Dulce, tierno, sencillo y siempre <strong>de</strong> buen humor, vivía en otra dimensión, como un<br />
arcángel caído a la tierra por error. Se ingeniaba para que su existencia transcurriera en<br />
eternas vacaciones. Se conocieron en una playa <strong>de</strong> cimbreantes palmeras y cuando se<br />
estrecharon para bailar la primera vez en la penumbra <strong>de</strong>l hotel, comprendieron que era<br />
inevitable un encuentro más íntimo. Esa misma noche,Beatriz le abrió la puerta <strong>de</strong> su<br />
habitación sintiéndose como una adolescente. Estaba algo atemorizada porque temía que<br />
<strong>de</strong>scubriera pequeños signos <strong>de</strong>latores <strong>de</strong> su edad escapados a su implacable vigilancia,<br />
pero Michel no le dio tiempo para esas inquietu<strong>de</strong>s. Encendió la luz dispuesto a conocerla<br />
por completo, mientras la besaba con labios expertos y la <strong>de</strong>spojaba <strong>de</strong> todos sus<br />
adornos: las perlas barrocas, las sortijas <strong>de</strong> brillantes, las pulseras <strong>de</strong> marfil, hasta <strong>de</strong>jarla<br />
<strong>de</strong>snuda y vulnerable. Entonces ella suspiró tranquila, porque en la expresión <strong>de</strong> los ojos<br />
<strong>de</strong> su amante tuvo la confirmación <strong>de</strong> su belleza. Olvidó el transcurso <strong>de</strong> los años, el<br />
<strong>de</strong>sgaste <strong>de</strong> la lucha y el aburrimiento que otros hombres sembraron en su ánimo.<br />
Compartieron una alegre relación y no la llamaron <strong>amor</strong>.