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--Era un buen muchacho, Ranquileo --dijo el Sargento.<br />
--¿Era?<br />
--Dicen que murió.<br />
Irene Beltrán ahogó una exclamación <strong>de</strong> <strong>de</strong>saliento. La noticia <strong>de</strong>sbarataba sus planes.<br />
Su paso siguiente era encontrar a Pra<strong>de</strong>lio Ranquileo y convencerlo <strong>de</strong> presentarse ante<br />
los tribunales. Era tal vez el único testigo <strong>de</strong> lo ocurrido en Los Riscos dispuesto a<br />
<strong>de</strong>clarar contra el Teniente y a explicar los asesinatos, porque su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> vengar a su<br />
hermana podría vencer el miedo a las consecuencias. El Sargento repitió el rumor <strong>de</strong> que<br />
Pra<strong>de</strong>lio había caído por un barranco en la montaña, aunque en honor a la verdad él no<br />
estaba seguro, pues nadie vio su cadáver. Al comenzar la segunda botella <strong>de</strong> vino, Rivera<br />
ya había <strong>de</strong>puesto toda pru<strong>de</strong>ncia y empezó a enhebrar sus sospechas, lo primero es la<br />
patria, pero en este caso no está en juego y la justicia pasa antes, digo yo, aunque a mí<br />
me amenacen, pierda mi carrera y acabe arando la tierra como mis hermanos. Estoy<br />
<strong>de</strong>cidido a llegar hasta el fin, iré a la Corte, juraré sobre la ban<strong>de</strong>ra y la Biblia, le contaré<br />
la verdad a la prensa. Por eso anoté todo en mi libreta: la fecha, la hora, todos los<br />
pormenores. Siempre la llevo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la camiseta, me gusta sentirla contra el pecho y<br />
hasta duermo con ella porque una vez me la quisieron robar. Estas anotaciones valen<br />
oro, señorita, son las pruebas que otros quisieran borrar, pero ya se lo dije, yo nunca<br />
olvido. Se la mostraré al juez si es necesario, porque Pra<strong>de</strong>lio y Evangelina merecen<br />
justicia, eran mis parientes.<br />
El Sargento pue<strong>de</strong> imaginar lo ocurrido la noche <strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> Evangelina como<br />
si lo viera en una película. El Teniente Ramírez condujo por la carretera silbando, siempre<br />
silba cuando está nervioso; iría pensando en el camino, aunque conoce bien la región y<br />
sabe que a esa hora no encontraría otros vehículos. Es un conductor pru<strong>de</strong>nte. Calcula<br />
que cuatro o cinco minutos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cruzar el portón y <strong>de</strong>spedirse con un gesto <strong>de</strong>l<br />
Cabo Ignacio Bravo, <strong>de</strong> guardia en la puerta, llegó a la carretera principal y tomó la<br />
dirección al Norte. Algunos kilómetros más allá se <strong>de</strong>svió por el camino a la mina, una