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De amor y de muerte

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La verdad, las evi<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong>sfavorables, hiban <strong>de</strong>scartándolas. Le tocó ver alguna vez a<br />

varios hombres abalanzarse sobre un peatón y a viva fuerza meterlo en el vehículo; <strong>de</strong><br />

lejos o quemando libros prohibidos; un cuerpo humano flotando en las turbulentas aguas,<br />

algunas noches oía el paso <strong>de</strong> las patrullas y los helicópteros zumbando en el cielo.<br />

Ver en la calle a alguien <strong>de</strong>smayado <strong>de</strong> hambre, el odio la rondaba pero no llegaba a<br />

entrar en el alto muro tras el cual la criaron, estaba alerta y cuando tomó la entrada a la<br />

Morgue dio un paso que afectaría su vida, nunca había visto un muerto <strong>de</strong> cerca, había<br />

suficientes imágenes para poblar sus peores pesadillas.<br />

Frente a una enorme cava refrigerada apareció una niña <strong>de</strong> pelo claro colgada <strong>de</strong> un<br />

gancho, se parecía a Evangelina Ranquileo, no la reconoció. Aterrada, notó profundas<br />

huellas en su cuerpo, el rostro chamuscado, las manos amputadas.<br />

--No es Evangelina, no la mires-- rogó Francisco apartando a su amiga, abrazándola,<br />

arrastrándola hacia la puerta, <strong>de</strong>scompuesto como ella.<br />

Aunque el recorrido por la Morgue duró sólo media hora al salir Irene Beltrán ya no era la<br />

misma, algo se había roto en su alma. Francisco lo adivinó antes <strong>de</strong> oírle la primera<br />

palabra y buscó ansiosamente una forma <strong>de</strong> ofrecerle consuelo La invitó a subir a la<br />

motocicleta y enfiló a toda velocidad hacia el cerro.<br />

A menudo iban juntos a merendar a ese lugar. El almuerzo campestre resolvió sus<br />

discusiones a la hora <strong>de</strong> pagar la cuenta en el restaurante y ambos disfrutaban al aire<br />

libre en el esplendor <strong>de</strong> ese parque. A veces pasaban por casa <strong>de</strong> Irene para recoger a<br />

Cleo. La joven temía que <strong>de</strong> tanto convivir con los ancianos y vagar por los sen<strong>de</strong>ros <strong>de</strong><br />

la resi<strong>de</strong>ncia geriátrica, la perra perdiera el instinto y se tornara idiota, por eso le parecía<br />

conveniente hacerla correr un poco. En las primeras salidas el pobre animal viajaba<br />

aterrado, con las orejas gachas y los ojos <strong>de</strong>spavoridos, agazapada entre los dos sobre la<br />

moto, pero con el tiempo llegó a gustarle y enloquecía <strong>de</strong> entusiasmo al ruido <strong>de</strong>

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