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De amor y de muerte

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a su hija dormida y se retiraba tranquilo creyéndola feliz. Cuando la niña pudo <strong>de</strong>scifrar<br />

los pequeños signos, supo que algún día él acabaría por partir, como finalmente sucedió.<br />

Su padre era un transeúnte <strong>de</strong> la vida, siempre <strong>de</strong> paso permanecía <strong>de</strong> pie<br />

balanceándose <strong>de</strong> quietud, su vista se perdía en la lejanía, cambiaba <strong>de</strong> tema<br />

bruscamente en medio <strong>de</strong> la conversación, preguntaba y no oía las respuestas. Sólo<br />

frente a ella adquiría contornos fijos.<br />

Irene era el único ser que en verdad amaba y sólo ella lo retuvo algunos años. Estuvo a<br />

su lado en los momentos memorables <strong>de</strong> su sino <strong>de</strong> mujer, le compró el primer sostén,<br />

las medias nylon, los zapatos con tacón y le contó cómo se gestan las criaturas,<br />

sorpren<strong>de</strong>nte historia, pues Irene no podía imaginar a dos personas que se odiaban como<br />

sus padres haciendo aquello para traerla al mundo.<br />

Con el tiempo se dio cuenta <strong>de</strong> que ese hombre a quien adoraba podía ser déspota y<br />

cruel. A su mujer la fustigaba sin tregua, señalándole la huella <strong>de</strong> cada arruga, el kilo <strong>de</strong><br />

sobra en su cintura, ¿has notado cómo te mira el chofer, Beatriz?<br />

Eres gusto <strong>de</strong> proletario, querida. Colocada entre ambos, Irene servía <strong>de</strong> árbitro en sus<br />

inacabables agresiones. ¿Por qué no hacen las paces y lo celebramos comiendo<br />

pasteles?, imploraba. Su corazón se inclinaba en favor <strong>de</strong>l padre, porque la relación con<br />

su madre estaba teñida <strong>de</strong> rivalida<strong>de</strong>s. Beatriz la observaba en sus formas femeninas y<br />

sacaba la cuenta regresiva <strong>de</strong> su propia edad. ¡Que no crezca, por Dios!<br />

La muchacha <strong>de</strong>spertó temprano a los afanes <strong>de</strong> la vida. A los doce años parecía menor,<br />

pero ya estaba sacudida por turbulencias interiores, ansias <strong>de</strong> aventura. Estas emociones<br />

borrascosas perturbaban a menudo su sueño y afiebraban sus días. Lectora ávida e<br />

indiscriminada, a pesar <strong>de</strong>l ojo avizor <strong>de</strong> su madre censurándola, echaba mano <strong>de</strong><br />

cualquier libro a su alcance y los que no podía exhibir ante Beatriz, los leía a medianoche<br />

bajo las sábanas, alumbrándose con una linterna. Fue así como obtuvo más información

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