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De amor y de muerte

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<strong>de</strong>sgracia. Fue el mismo día <strong>de</strong> la convención <strong>de</strong> ranas, pero ella estaba segura <strong>de</strong> que<br />

ese episodio no guardaba relación alguna con la enfermedad <strong>de</strong> la niña.<br />

Una mañana las <strong>de</strong>scubrieron muy temprano, dos gordas y soberbias ranas observando<br />

el paisaje cerca <strong>de</strong>l cruce <strong>de</strong>l ferrocarril. A poco llegaron muchas más provenientes <strong>de</strong><br />

todas direcciones, pequeñas <strong>de</strong> estanque, medianas <strong>de</strong> pozo, blancas <strong>de</strong> acequia, grises<br />

<strong>de</strong> río. Alguien dio la voz <strong>de</strong> alarma y acudió todo el mundo a mirarlas. Entretanto los<br />

batracios formaron filas compactas y emprendieron marcha or<strong>de</strong>nadamente. Por el<br />

camino se sumaron otras y pronto hubo una ver<strong>de</strong> multitud dirigiéndose hacia la<br />

carretera. La noticia se regó y llegaron los curiosos a pie, a caballo, en autobús,<br />

comentando aquel prodigio nunca antes visto. El enorme mosaico viviente ocupó el<br />

asfalto <strong>de</strong> la ruta principal a Los Riscos, <strong>de</strong>teniendo a los vehículos que a esa hora<br />

circulaban. Un camión impru<strong>de</strong>nte intentó avanzar, resbalando sobre los cadáveres<br />

<strong>de</strong>stripados y volcándose en medio <strong>de</strong>l entusiasmo <strong>de</strong> los niños, que se apo<strong>de</strong>raron con<br />

avi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> la mercancía dispersa entre los matorrales. La policía sobrevoló la zona en un<br />

helicóptero comprobando que había doscientos setenta metros <strong>de</strong> camino cubierto <strong>de</strong><br />

ranas, tan cerca unas <strong>de</strong> otras que semejaba una brillante alfombra <strong>de</strong> musgo. La noticia<br />

fue lanzada por radio y en corto tiempo llegaron los periodistas <strong>de</strong> la capital acompañados<br />

por un experto chino <strong>de</strong> Naciones Unidas, quien aseguraba haber visto un fenómeno<br />

parecido durante su infancia en Pekín. El extranjero <strong>de</strong>scendió <strong>de</strong> un automóvil oscuro<br />

con placas oficiales, saludó a izquierda y <strong>de</strong>recha y el gentío lo aplaudió, confundiéndolo<br />

naturalmente con el director <strong>de</strong>l orfeón. <strong>De</strong>spués <strong>de</strong> observar por algunos minutos aquella<br />

gelatinosa multitud, el oriental concluyó que no había motivo <strong>de</strong> alarma, pues se trataba<br />

sólo <strong>de</strong> una convención <strong>de</strong> ranas. Así lo llamó la prensa y como era época <strong>de</strong> pobreza y<br />

cesantía, hicieron burla diciendo que a falta <strong>de</strong> maná, Dios enviaba <strong>de</strong>l cielo ranas para<br />

que su pueblo escogido las cocinara con ajo y cilantro.<br />

Cuando Evangelina tuvo el ataque, los participantes en la convención se habían<br />

dispersado y los camarógrafos <strong>de</strong> la Televisión estaban bajando sus equipos <strong>de</strong> los<br />

árboles. Eran las doce <strong>de</strong>l mediodía, el aire lucía limpio, lavado por la lluvia.

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