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De amor y de muerte

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--Es suficiente por hoy. Volveré <strong>de</strong>spués con algunas herramientas para ver qué hay en<br />

esa mina-- <strong>de</strong>cidió Francisco.<br />

--Y yo contigo-- dijo Irene.<br />

Se miraron y comprendieron que ambos aceptaban llegar al límite <strong>de</strong> esa aventura que<br />

podía conducirlos a la <strong>muerte</strong> y más allá.<br />

Beatriz Alcántara avanzó taconeando con altanería sobre el pulido linóleo <strong>de</strong>l aeropuerto,<br />

siguiendo al cargador que llevaba sus maletas azules. Vestía un traje escotado <strong>de</strong> lino<br />

color tomate y llevaba la melena recogida en la nuca, porque no le alcanzó el ánimo para<br />

un arreglo más esmerado. Dos gran<strong>de</strong>s perlas barrocas en sus orejas resaltaban el tono<br />

<strong>de</strong> azúcar quemada <strong>de</strong> su piel y el brillo <strong>de</strong> sus ojos pardos iluminados por un nuevo<br />

bienestar. Varias horas <strong>de</strong> vuelo en un asiento incómodo, teniendo por vecina a una<br />

monja gallega no le quitaron la alegría <strong>de</strong> su último encuentro con Michel Se sentía otra<br />

mujer, rejuvenecida, liviana. El orgullo <strong>de</strong> quien se cree hermosa daba a su andar un<br />

ritmo insolente. A su paso se volvían los ojos <strong>de</strong> los hombres y ninguno sospechaba su<br />

verda<strong>de</strong>ra edad. Todavía se podía escotar tranquila sin huellas <strong>de</strong>latoras en los pechos ni<br />

flaci<strong>de</strong>z en los brazos, sus piernas tenían suaves contornos y la línea <strong>de</strong> la espalda<br />

mantenía su altivez. El soplo <strong>de</strong>l mar había dado un aire festivo a su rostro, disimulando a<br />

pinceladas las finas arrugas <strong>de</strong> sus párpados y su boca. Sólo sus manos, manchadas y<br />

con surco a pesar <strong>de</strong> los ungüentos mágicos, <strong>de</strong>lataban el paso <strong>de</strong>l tiempo. Estaba<br />

satisfecha <strong>de</strong> su cuerpo. Lo consi<strong>de</strong>raba obra suya y no <strong>de</strong> la naturaleza, porque era el<br />

producto acabado <strong>de</strong> su enorme fuerza <strong>de</strong> voluntad, el resultado <strong>de</strong> años <strong>de</strong> dieta,<br />

ejercicios, masajes, relajación yoga y avances <strong>de</strong> la cosmetología. En su maletín llevaba<br />

ampolletas <strong>de</strong> aceite para los senos, colágeno para el cuello, lociones y cremas <strong>de</strong><br />

hormonas para el cutis, extracto <strong>de</strong> placenta y visón para el cabello, cápsulas <strong>de</strong> jalea<br />

real y polen <strong>de</strong> la eterna juventud, máquinas, cepillos y esponjas <strong>de</strong> crin para la<br />

elasticidad <strong>de</strong> sus tejidos. Es una pelea perdida, mamá, la edad es inexorable y lo único<br />

que pue<strong>de</strong>s lograr es retrasar un poco las evi<strong>de</strong>ncias. ¿Vale la pena tanto esfuerzo?<br />

Cuando se tendía al sol en las arenas tibias <strong>de</strong> alguna playa tropical, sin más ropa que un

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