Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>de</strong> la usual en una criatura <strong>de</strong> su medio y suplía con fantasías románticas, lo que la<br />
experiencia le negaba.<br />
Eusebio Beltrán y su esposa estaban <strong>de</strong> viaje el día en que el recién nacido cayó <strong>de</strong>l<br />
tragaluz. <strong>De</strong> eso hacía años ya, pero tanto Rosa como Irene no lo olvidaron jamás. El<br />
chofer fue a buscar a la niña al colegio y la <strong>de</strong>jó en la puerta <strong>de</strong>l jardín, porque él tenía<br />
otras obligaciones. Había llovido todo el día y a esa hora el cielo <strong>de</strong> invierno tenía color <strong>de</strong><br />
plomo fundido y comenzaban a encen<strong>de</strong>rse los faroles <strong>de</strong> la calle. Irene se sobresaltó al<br />
ver su casa en penumbra, ninguna luz brillaba, todo estaba en silencio. Abrió con su llave<br />
y le extrañó que Rosa no estuviera aguardándola como siempre hacía, ni atronara por la<br />
radio la novela <strong>de</strong> las seis. <strong>De</strong>jó sus libros sobre la mesa <strong>de</strong> la entrada y avanzó por el<br />
pasillo sin pren<strong>de</strong>r las lámparas. Un vago y tenebroso presentimiento la impulsaba hacia<br />
<strong>de</strong>lante. Se <strong>de</strong>slizó pegada a las pare<strong>de</strong>s en puntillas, llamando a Rosa con toda la fuerza<br />
<strong>de</strong> su pensamiento. La sala estaba vacía, también el comedor y la cocina. Sin atreverse a<br />
continuar, se quedó <strong>de</strong> pie escuchando el ruido <strong>de</strong> tambor en su pecho, tentada <strong>de</strong><br />
permanecer inmóvil sin respirar siquiera, hasta el regreso <strong>de</strong>l chofer. Trató <strong>de</strong> razonar<br />
diciendo que nada podía temer, tal vez su nana estuviera afuera o hubiera bajado al<br />
sótano. Como nunca antes se había encontrado sola en la casa, el <strong>de</strong>sconcierto le<br />
impedía pensar con claridad. A medida que transcurrían los minutos fue agachándose<br />
hasta encogerse por completo en un rincón. Al sentir frío en los pies se dio cuenta <strong>de</strong> que<br />
no estaba encendida la calefacción y entonces anticipó algo grave, porque Rosa jamás<br />
<strong>de</strong>scuidaba sus <strong>de</strong>beres. <strong>De</strong>cidida a averiguarlo, avanzó poco a poco hasta escuchar el<br />
primer gemido. Todas sus fibras se tensaron, <strong>de</strong>sapareció el miedo y la curiosidad guió<br />
sus pasos rumbo al sector <strong>de</strong> los empleados, don<strong>de</strong> tenía prohibición <strong>de</strong> poner los pies.<br />
Allí se encontraban las máquinas <strong>de</strong>l agua caliente, los cuartos <strong>de</strong>l lavado y planchado, la<br />
bo<strong>de</strong>ga <strong>de</strong> los licores y la <strong>de</strong>spensa. Al final <strong>de</strong>l corredor estaba la habitación <strong>de</strong> Rosa, <strong>de</strong><br />
don<strong>de</strong> provenía un llanto sofocado. Hacia allá se encaminó con los ojos muy abiertos y la<br />
ansiedad golpeando sus sienes. No vio luz en la ranura <strong>de</strong> la puerta y su fantasía<br />
visualizó escenas <strong>de</strong> horror. Las lecturas prohibidas acudieron a su mente con una carga<br />
<strong>de</strong> espanto y violencia: bandoleros <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la casa y Rosa botada sobre la cama con el