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cubierto <strong>de</strong> harapos, hambriento y con ojos extraviados, en busca <strong>de</strong>l asesino <strong>de</strong> su<br />
hermana. Nadie le prestó atención, es un loco, <strong>de</strong>cían. Pero el oficial conocía la venganza<br />
pendiente sobre su cabeza y perdió el sueño. No habría paz para él mientras Pra<strong>de</strong>lio<br />
Ranquileo permaneciera con vida.<br />
Lejos <strong>de</strong> la capital, en una guarnición <strong>de</strong> provincia, Gustavo Morante seguía atentamente<br />
los acontecimientos, se informaba y ponía en marcha su plan. Cuando tuvo todas las<br />
evi<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong> la ilegitimidad <strong>de</strong>l régimen, se movió en secreto entre sus compañeros <strong>de</strong><br />
armas. Había perdido sus ilusiones, convencido <strong>de</strong> que la dictadura no era una etapa<br />
provisoria en el camino <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sarrollo, sino la etapa final en el camino <strong>de</strong> la injusticia. No<br />
soportaba más la maquinaria represiva a la cual sirviera con lealtad pensando siempre en<br />
los intereses <strong>de</strong> la patria. El terror, lejos <strong>de</strong> propiciar el or<strong>de</strong>n como le enseñaron en los<br />
cursos para oficiales, había sembrado un odio cuya cosecha sería fatalmente mayor<br />
violencia. Sus años <strong>de</strong> carrera militar le dieron un profundo conocimiento <strong>de</strong> la Institución<br />
y <strong>de</strong>cidió emplearlo para <strong>de</strong>rrocar al General. Consi<strong>de</strong>raba que esa tarea correspondía a<br />
los oficiales jóvenes. Creía no ser el único en albergar esas inquietu<strong>de</strong>s, porque el<br />
fracaso económico, la acentuada <strong>de</strong>sigualdad social, la brutalidad <strong>de</strong>l sistema y la<br />
corrupción <strong>de</strong> los jerarcas, hacían meditar a otros militares. Estaba convencido <strong>de</strong> que<br />
había otros como él, <strong>de</strong>seosos <strong>de</strong> lavar la imagen <strong>de</strong> las Fuerzas Armadas y sacarla <strong>de</strong>l<br />
hoyo don<strong>de</strong> estaban metidas. Un hombre menos audaz y apasionado, tal vez habría<br />
conseguido su objetivo, pero Morante tenía tanta urgencia por obe<strong>de</strong>cer los impulsos <strong>de</strong><br />
su corazón, que cometió el error <strong>de</strong> subestimar al Servicio <strong>de</strong> Inteligencia, cuyos<br />
tentáculos conocía <strong>de</strong> sobra. Fue <strong>de</strong>tenido y sobrevivió setenta y dos horas. Ni los más<br />
expertos pudieron obligarlo a <strong>de</strong>latar los nombres <strong>de</strong> otros implicados en la rebelión, en<br />
vista <strong>de</strong> lo cual lo <strong>de</strong>gradaron y su cadáver fue simbólicamente fusilado por la espalda al<br />
amanecer, como escarmiento. A pesar <strong>de</strong> las precauciones, la historia se filtró. Cuando<br />
Francisco Leal se enteró <strong>de</strong> lo ocurrido, pensó con respeto en el Novio <strong>de</strong> la Muerte. Si<br />
en las filas existen hombres así comentó, aún hay esperanza. La insurrección no podrá<br />
ser siempre controlada, crecerá y se multiplicará <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los cuarteles, hasta que no<br />
alcancen las balas para aplastarla. Entonces los soldados se unirán a la gente <strong>de</strong> la calle<br />
y <strong>de</strong>l dolor asumido y la violencia superada, podrá surgir una nueva patria.