You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
comenzó a beber a escondidas, sintiéndose culpable por gastar así un dinero esencial en<br />
su hogar. Los sábados realizaba el esfuerzo <strong>de</strong> presentarse en casa <strong>de</strong> sus padres limpio<br />
y arreglado para no angustiar más a su familia, pero no podía borrar <strong>de</strong> su mirada aquella<br />
<strong>de</strong>solada expresión. La relación con su mujer se estropeó, porque en esas circunstancias<br />
el <strong>amor</strong> se cansa. Necesitaba consuelo, pero al mismo tiempo acechaba cualquier asomo<br />
<strong>de</strong> lástima para reaccionar con furia. Al comienzo ella no creyó que no existiera algún<br />
empleo disponible, pero luego, al saber <strong>de</strong> los miles <strong>de</strong> <strong>de</strong>socupados, cerró la boca y<br />
duplicó los turnos en su trabajo. El cansancio <strong>de</strong> esos meses agotó la juventud y la<br />
belleza que atesoraba como sus únicas posesiones, pero no alcanzó a lamentarlo porque<br />
corría ocupada <strong>de</strong> evitar el hambre <strong>de</strong> sus hijos y el <strong>de</strong>samparo <strong>de</strong> su marido.<br />
No pudo impedir que Javier se extraviara en la soledad. La apatía lo envolvió como un<br />
manto, eliminando la noción <strong>de</strong>l tiempo presente, <strong>de</strong>smigajando sus fuerzas y<br />
<strong>de</strong>spojándolo <strong>de</strong> su valor. Actuaba como una sombra. <strong>De</strong>jó <strong>de</strong> sentirse un hombre<br />
cuando vio <strong>de</strong>smoronarse su hogar y percibió que se apagaba el <strong>amor</strong> en los ojos <strong>de</strong> su<br />
mujer. En algún momento que su familia no pudo prever por estar <strong>de</strong>masiado cerca, su<br />
voluntad se quebró en forma <strong>de</strong>finitiva. <strong>De</strong>sechó el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> vivir y tomó la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong><br />
dormir su <strong>muerte</strong>.<br />
La tragedia impactó a los Leal como un hachazo. Hilda y el Profesor envejecieron <strong>de</strong><br />
súbito y su casa fue ocupada por el silencio. Hasta los pájaros bullangueros parecieron<br />
callar en el patio. A pesar <strong>de</strong> la rígida con<strong>de</strong>na <strong>de</strong> la Iglesia Católica a los suicidas, José<br />
ofició misa por el <strong>de</strong>scanso <strong>de</strong>l alma <strong>de</strong> su hermano. Por segunda vez el Profesor puso<br />
los pies en un templo, la primera fue al casarse y en esa ocasión estaba lleno <strong>de</strong> alegría,<br />
pero este trance fue diferente. Durante toda la ceremonia permaneció <strong>de</strong> pie, con los<br />
brazos cruzados y la boca apretada en una <strong>de</strong>lgada línea, ebrio <strong>de</strong> aflicción. Su mujer<br />
rezaba entregada, aceptando la <strong>muerte</strong> <strong>de</strong> su hijo como otra prueba <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino.<br />
Irene asistió a las exequias <strong>de</strong>sconcertada, sin acabar <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r la causa <strong>de</strong> tanta<br />
<strong>de</strong>sdicha. Se mantuvo quieta junto a Francisco, agobiada por la pesadumbre <strong>de</strong> esa<br />
familia que había llegado a amar como propia. Los conocía joviales y exultantes,