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De amor y de muerte

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José Leal fue el único con ánimo suficiente para cerrar la entrada, pensando en los perros<br />

que podrían husmear entre los huesos o que, advertidos por el boquete abierto, los<br />

autores <strong>de</strong> esos crímenes se supieran <strong>de</strong>scubiertos e hicieran <strong>de</strong>saparecer las pruebas,<br />

precaución inútil, porque a doscientos metros, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un furgón, la policía los espiaba<br />

con catalejos traídos <strong>de</strong> Europa y máquinas <strong>de</strong> rayos infrarrojos llegadas <strong>de</strong> los Estados<br />

<strong>de</strong>l Norte lo cual permitió al Coronel enterarse <strong>de</strong>l contenido <strong>de</strong> la mina casi al mismo<br />

tiempo que el Obispo Auxiliar; pero las instrucciones <strong>de</strong> mi General son clarísimas: no se<br />

metan con los curas, esperen que <strong>de</strong>n el próximo paso a ver qué mierda se proponen,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo no son sino unos pocos muertos <strong>de</strong>sconocidos.<br />

La comisión regresó a la ciudad temprano y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> jurar no hacer comentarios, se<br />

dispersó hasta la tar<strong>de</strong>, cuando <strong>de</strong>bía reunirse <strong>de</strong> nuevo con el Car<strong>de</strong>nal para rendirle<br />

cuentas <strong>de</strong> su gestión.<br />

Esa noche la luz <strong>de</strong>l Arzobispado permaneció encendida hasta el amanecer, ante el<br />

<strong>de</strong>sconcierto <strong>de</strong> los soplones trepados en los árboles <strong>de</strong> la calle con sus aparatos<br />

adquiridos en el Lejano Oriente para ver en la oscuridad a través <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s, pero<br />

aún no sabemos qué se proponen, mi General, ya empezó el toque <strong>de</strong> queda y siguen<br />

hablando y tomando café, si usted lo or<strong>de</strong>na entramos, allanamos y <strong>de</strong>tenemos a todo el<br />

mundo, ¿qué dice? ¡Hombres, no sean huevones!<br />

Al amanecer se dispersaron los visitantes y el prelado los <strong>de</strong>spidió en la puerta. Sólo él se<br />

veía impertérrito porque su alma estaba en paz y no conocía el temor. Se acostó un rato y<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno llamó por teléfono al presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Corte Suprema para<br />

solicitarle que recibiera en la mayor brevedad posible a tres enviados suyos, portadores<br />

<strong>de</strong> una carta <strong>de</strong> gran importancia. Una hora <strong>de</strong>spués el sobre estaba en manos <strong>de</strong>l juez,<br />

quien <strong>de</strong>seaba encontrarse en otro extremo <strong>de</strong>l mundo, lejos <strong>de</strong> esa bomba <strong>de</strong> tiempo<br />

que inevitablemente explotaría:<br />

Señor Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Corte Suprema<br />

Presente.

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