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De amor y de muerte

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<strong>de</strong>bía trepar a la palmera, sacar el coa y volver a bajar. Subiendo y bajando se perdía<br />

tiempo y algunos caían <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto ocasionando gastos imprevistos. Estaba <strong>de</strong>cidido a<br />

encontrar una solución. Pasó tres días encerrado en su oficina atormentado por el<br />

problema <strong>de</strong> los cocos, que dicho sea <strong>de</strong> paso, él no conocía ni <strong>de</strong> cerca, porque en<br />

sus viajes había <strong>de</strong>scartado el trópico y en su casa no se consumían alimentos exóticos.<br />

Pero se informó. Estudió el diámetro y peso <strong>de</strong>l fruto, el clima y terreno a<strong>de</strong>cuados para<br />

su cultivo, la época <strong>de</strong> la cosecha, el tiempo <strong>de</strong> maduración y otros <strong>de</strong>talles. Luego lo<br />

vieron muchas horas trazando planos y el resultado <strong>de</strong> tanto <strong>de</strong>svelo fue la invención <strong>de</strong><br />

una máquina capaz <strong>de</strong> recolectar un número sorpren<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> cocos por hora.<br />

Fue al Registro y patentó aquella torre rampante provista <strong>de</strong> un brazo retráctil, en medio<br />

<strong>de</strong> las risotadas <strong>de</strong> sus familiares y amigos, quienes tampoco conocían los cocos en su<br />

estado primitivo y sólo los habían visto coronando el sombrero <strong>de</strong> las bailadoras <strong>de</strong><br />

mambo o rallados sobre los pasteles <strong>de</strong> boda.<br />

Eusebio Beltrán profetizó que un día su máquina tumbacocos serviría para algo y el<br />

tiempo le dio la razón.<br />

Ese período fue un calvario para Beatriz y su marido. Eusebio quiso cortar por lo sano y<br />

separarse para siempre <strong>de</strong> esa esposa que lo hostigaba y perseguía con una cantinela<br />

agobiante, pero ella se negó sin tener más razón que el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> atormentarlo e<br />

impedirle realizar una nueva alianza con cualquiera <strong>de</strong> sus rivales. Su argumento era la<br />

necesidad <strong>de</strong> dar a Irene un hogar bien constituido. Antes <strong>de</strong> causar a mi hija ese dolor,<br />

pasarán sobre mi cadáver, <strong>de</strong>cía. Su marido estuvo a punto <strong>de</strong> hacerlo, pero prefirió<br />

comprar su libertad. En tres ocasiones ofreció una suma elevada <strong>de</strong> dinero para que le<br />

permitiera irse en paz y otras tantas ella aceptó, pero en el último momento, cuando los<br />

abogados tenían todo preparado y sólo faltaba la firma compromitente, se arrepentía. Sus<br />

abundantes batallas fortalecieron el odio. Por ésta y mil razones <strong>de</strong> sentimiento, Irene no<br />

lloraba a su padre. Sin duda había huido para liberarse <strong>de</strong> sus ataduras, sus <strong>de</strong>udas y su<br />

mujer.

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