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pómulos <strong>de</strong> una hermosa mo<strong>de</strong>lo, a Mario le falló su instinto para captar el rechazo ajeno<br />
y con una sonrisa tendió la mano al Capitán. Gustavo cruzó los brazos sobre el pecho<br />
mirándolo con infinito <strong>de</strong>sprecio y le dijo que él no se involucraba con maricones. Un<br />
silencio glacial reinó en el estudio. Irene, los ayudantes, las mo<strong>de</strong>los, todos quedaron<br />
suspendidos en el <strong>de</strong>sconcierto. Mario pali<strong>de</strong>ció y una sombra <strong>de</strong>solada pareció velar sus<br />
pupilas. Entonces Francisco Leal <strong>de</strong>jó la cámara, avanzó con lentitud y colocó una mano<br />
sobre el hombro <strong>de</strong>l peluquero.<br />
--¿Sabe por qué no quiere tocarlo, Capitán? Porque usted teme sus propios sentimientos.<br />
Tal vez en la ruda camara<strong>de</strong>ría <strong>de</strong> sus cuarteles hay mucha homosexualidad-- dijo en su<br />
habitual tono pausado y amable.<br />
Antes que Gustavo Morante alcanzara a darse cuenta <strong>de</strong> la gravedad <strong>de</strong> la afirmación y<br />
reaccionar <strong>de</strong> acuerdo a sus antece<strong>de</strong>ntes, Irene se interpuso tomando a su novio <strong>de</strong>l<br />
brazo y arrastrándolo fuera <strong>de</strong> la sala. Mario nunca olvidó ese inci<strong>de</strong>nte. A los pocos días<br />
invitó a Francisco a cenar. Vivía en el último piso <strong>de</strong> un edificio <strong>de</strong> lujo. Su <strong>de</strong>partamento<br />
estaba <strong>de</strong>corado en blanco y negro, en un estilo sobrio, mo<strong>de</strong>rno, original. Entre las<br />
líneas geométricas <strong>de</strong>l acero y el cristal, había tres o cuatro muebles barrocos muy<br />
antiguos y tapices <strong>de</strong> seda china. Sobre la mullida alfombra que cubría parte <strong>de</strong>l piso<br />
ronroneaban dos gatos <strong>de</strong> Angora y cerca <strong>de</strong> la chimenea encendida con leños <strong>de</strong> espino<br />
dormitaba un perro negro y lustroso. Adoro los animales, dijo Mario al darle la bienvenida,<br />
Francisco vio un bal<strong>de</strong> <strong>de</strong> plata con hielo don<strong>de</strong> se enfriaba una botella <strong>de</strong> champaña<br />
junto a dos copas, notó la suave penumbra, olió el aroma <strong>de</strong> la ma<strong>de</strong>ra y el incienso<br />
quemándose en un pebetero <strong>de</strong> bronce, escuchó el jazz en los parlantes y comprendió<br />
que era el único invitado. Por un instante tuvo la tentación <strong>de</strong> dar media vuelta y salir,<br />
para no alentar ninguna esperanza en su anfitrión, pero luego predominó el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> no<br />
herirlo y <strong>de</strong> ganar su amistad. Se miraron a los ojos y lo invadió una mezcla <strong>de</strong><br />
compasión y simpatía.<br />
Francisco buscó entre sus mejores sentimientos el más a<strong>de</strong>cuado para brindar a ese<br />
hombre que le ofrecía su <strong>amor</strong> con timi<strong>de</strong>z. Se sentó a su lado sobre el sofá <strong>de</strong> seda