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partía a trotar al parque, mientras continuaba imperturbable en su ímproba tarea <strong>de</strong><br />
combatir a la autoridad con golpes <strong>de</strong> rosario.<br />
En la mesa <strong>de</strong> los Leal, Irene seguía con atención las palabras <strong>de</strong>l dueño <strong>de</strong> casa,<br />
fascinada por su sonoro acento español que muchos años <strong>de</strong> vida americana no habían<br />
suavizado.<br />
Al verlo gesticular apasionado, con los ojos brillantes y sacudido por sus convicciones, se<br />
sentía transportada al siglo pasado, a un oscuro sótano <strong>de</strong> anarquistas don<strong>de</strong> se<br />
preparaba una bomba rudimentaria para colocar al paso <strong>de</strong> una carroza real.<br />
Entretanto Francisco y José hablaban aparte sobre el caso <strong>de</strong> la niña violada que se<br />
quedó muda, mientras Hilda y su nuera se ocupaban <strong>de</strong> la cena y <strong>de</strong> los muchachos.<br />
Javier comía muy poco y no participaba en la conversación. Se encontraba cesante<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía más <strong>de</strong> un año y en el transcurso <strong>de</strong> esos meses su carácter cambió<br />
tornándose sombrío, prisionero <strong>de</strong> su angustia. La familia se habituó a sus largos<br />
silencios, a sus ojos vacíos <strong>de</strong> toda curiosidad, a su barba mal afeitada y <strong>de</strong>jó <strong>de</strong><br />
atosigarlo con muestras <strong>de</strong> simpatía y preocupación que él rechazaba. Sólo Hilda insistía<br />
en los gestos solícitos y en preguntarle a cada rato por dón<strong>de</strong> andan tus pensamientos,<br />
hijo.<br />
Por fin Francisco consiguió interrumpir el monólogo <strong>de</strong> su padre y contó a la familia la<br />
escena <strong>de</strong> Los Riscos, cuando Evangelina sacudió al oficial como un plumero. Para<br />
efectuar una hazaña así, opinó Hilda, es necesario estar protegida por Dios o por el<br />
Diablo, pero el Profesor Leal sostuvo que la joven era sólo el producto anormal <strong>de</strong> esta<br />
sociedad <strong>de</strong>squiciada. La pobreza, el concepto <strong>de</strong>l pecado, el <strong>de</strong>seo sexual reprimido y el<br />
aislamiento provocaban su mal. Irene rió, convencida <strong>de</strong> que la única acertada en su<br />
diagnóstico era Mamita Encarnación y lo más práctico sería buscarle una pareja y<br />
soltarlos en el monte para que hicieran como las liebres. José estuvo <strong>de</strong> acuerdo y<br />
cuando los niños preguntaron <strong>de</strong>talles sobre las liebres, Hilda <strong>de</strong>svió la atención hacia el<br />
postre, los primeros damascos <strong>de</strong> la estación, asegurando que en ningún país <strong>de</strong> la tierra