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De amor y de muerte

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--¿Es siempre tan atolondrado su Teniente? ¡Mire que ponerse a disparar! Yo me asusté<br />

mucho...<br />

--Antes no era así. No era un mal hombre, se lo aseguro --replicó el Sargento.<br />

Lo conocía como la palma <strong>de</strong> su mano, porque trabajaba a sus ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía<br />

años. Recién regresado <strong>de</strong> la Escuela <strong>de</strong> Oficiales, Ramírez reunía las virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> un<br />

buen militar: pulcro, intransigente, cumplidor. Conocía <strong>de</strong> memoria los códigos y<br />

reglamentos, no admitía fallas, revisaba el brillo <strong>de</strong>l calzado, tironeaba los botones para<br />

comprobar su firmeza, exigía a sus subalternos mucha seriedad en el servicio y era<br />

obsesivo con la higiene. Personalmente vigilaba la limpieza <strong>de</strong> las letrinas y cada semana<br />

formaba a los hombres <strong>de</strong>snudos para <strong>de</strong>tectar las enfermeda<strong>de</strong>s venéreas y los piojos.<br />

Con lupa les miraba sus partes privadas y los contaminados <strong>de</strong>bían soportar drásticos<br />

remedios y múltiples humillaciones.<br />

--Pero no lo hacía por maldad, señorita, sino para enseñarnos a ser gente. Creo que en<br />

esa época mi Teniente tenía buen corazón.<br />

Rivera recordaba el primer fusilamiento como si lo estuviera viendo. Ocurrió cinco años<br />

atrás, a los pocos días <strong>de</strong>l Pronunciamiento Militar. Todavía hacía frío y esa noche llovió<br />

sin pausa, una catarata bajó <strong>de</strong>l cielo para bañar al mundo y <strong>de</strong>jó el cuartel limpio,<br />

oloroso a musgo y humedad. Al amanecer cesó la lluvia, pero el paisaje parecía velado<br />

por su recuerdo y entre las piedras brillaban los charcos como trozos <strong>de</strong> cristal. Al fondo<br />

<strong>de</strong>l patio se encontraba el pelotón y el Teniente Ramírez, muy pálido, dos pasos al frente.<br />

Llevaron al prisionero entre dos guardias, sosteniéndolo por los brazos porque no podía<br />

tenerse en pie. Al principio Rivera no se dio cuenta <strong>de</strong> las malas condiciones en que se<br />

encontraba y lo creyó acobardado, como otros que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> andar por allí practicando<br />

la subversión para jo<strong>de</strong>r a la patria, se <strong>de</strong>smayaban en el momento <strong>de</strong> pagar sus culpas,<br />

pero en seguida se fijo mejor y vio que se trataba <strong>de</strong>l tipo aquel al cual le aplastaron las<br />

piernas. <strong>De</strong>bían levantarlo en vilo para evitar el rebote <strong>de</strong> sus pies contra el empedrado.<br />

Faustino Rivera miró a su superior y adivinó su pensamiento, porque en algunas noches

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