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De amor y de muerte

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Quedaron frente a frente el Teniente y el prisionero, mirándose a los ojos. Tenían la<br />

misma edad. El oficial levantó el brazo apuntando a la sien y sostuvo el revólver con las<br />

dos manos para dominar su temblor. El cielo ya claro fue lo último que vio el con<strong>de</strong>nado<br />

cuando la <strong>de</strong>scarga le perforó la cabeza.<br />

La sangre cubrió su cara y su pecho y salpicó el uniforme limpio <strong>de</strong>l oficial.<br />

El sollozo <strong>de</strong>l Teniente quedó en el aire, vibrando con el balazo, pero sólo Faustino Rivera<br />

lo escuchó.<br />

--Animo, mi Teniente. Dicen que esto es como la guerra. Cuesta la primera vez, pero<br />

<strong>de</strong>spués uno se acostumbra.<br />

--¡Váyase al carajo, Primero!<br />

El Cabo tenía razón y con el transcurso <strong>de</strong> los días y las semanas les sería mucho más<br />

fácil matar por la patria que morir por ella.<br />

El Sargento Faustino Rivera terminó <strong>de</strong> hablar y se secó el sudor <strong>de</strong>l cuello. En la neblina<br />

<strong>de</strong> la embriaguez apenas distinguía las facciones <strong>de</strong> Irene Beltrán, pero podía apreciar la<br />

armonía <strong>de</strong> sus rasgos. Miró la hora en su reloj y se sobresaltó. Llevaba dos horas<br />

hablando con esa mujer y si no fuera porque estaba atrasado para su turno, le diría unas<br />

cuantas cosas más. Sabía escuchar con atención y se interesaba por sus anécdotas, no<br />

como esas señoritas fruncidas que voltean la nariz cuando un macho se mete unos<br />

tragos entre pecho y espalda, no señor, una real hembra es lo que parece, bien plantada<br />

y con i<strong>de</strong>as en la cabeza, aunque un poco escasa, no le veo gran<strong>de</strong>s tetas y buenas<br />

ancas, no tiene don<strong>de</strong> agarrarse la hora <strong>de</strong> la verdad.<br />

--No era un mal hombre mi Teniente, señorita. Cambió <strong>de</strong>spués, cuando le dieron po<strong>de</strong>r y<br />

no tuvo que rendir cuentas nadie--concluyó acomodándose el uniforme y poniéndose pie.

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