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criatura, tenía la actitud inequívoca <strong>de</strong> una mujer. El día en que la vio arqueada hacia<br />
atrás, convulsionada, gimiendo en una parodia grotesca <strong>de</strong>l acto sexual, le volvieron <strong>de</strong><br />
golpe los calientes tormentos casi olvidados. Para apartarla <strong>de</strong> su mente intentó recursos<br />
<strong>de</strong>sesperados, baños prolongados <strong>de</strong> agua helada al amanecer y hiel <strong>de</strong> pollo con<br />
vinagre, para ver si el frío en los huesos y el ardor en las tripas le <strong>de</strong>volvían la cordura,<br />
pero todo fue inútil. Por fin se lo contó todo al Teniente Juan <strong>de</strong> Dios Ramírez, a quien lo<br />
unía una antigua complicidad.<br />
--Yo me encargo <strong>de</strong> este problema, Ranquileo-- le aseguró el oficial <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> oír la<br />
extravagante historia--. Me gusta que mis hombres me cuenten sus preocupaciones.<br />
Haces bien en confiar en mí.<br />
El mismo día <strong>de</strong>l escándalo en casa <strong>de</strong> los Ranquileo, el Teniente Ramírez or<strong>de</strong>nó la<br />
<strong>de</strong>tención <strong>de</strong> Pra<strong>de</strong>lio en la celda <strong>de</strong> los incomunicados. No le dio explicaciones. Allí<br />
estuvo el guardia varios días a pan y agua sin conocer la causa <strong>de</strong> su castigo, aunque<br />
supuso que guardaba relación con el comportamiento tan poco <strong>de</strong>licado <strong>de</strong> su hermana.<br />
Al pensar en ello no podía evitar la sonrisa. Le parecía increíble que esa chiquilla<br />
insignificante como un gusano, esmirriada, sin senos como las mujeres, sino apenas dos<br />
ciruelas apuntando entre sus costillas, hubiera levantado al Teniente por el aire y lo<br />
sacudiera como un estropajo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus subalternos. Creyó haberlo soñado; tal vez el<br />
hambre, la soledad y la <strong>de</strong>sesperación lo estaban trastornando y en realidad aquello<br />
jamás sucedió. Pero entonces se preguntaba la causa <strong>de</strong> su confinamiento.<br />
Era la primera vez que eso le ocurría, ni siquiera durante el servicio militar sufrió una<br />
humillación semejante. Fue un recluta ejemplar y había sido un buen policía durante<br />
muchos años. Ranquileo, le <strong>de</strong>cía su Teniente, el uniforme <strong>de</strong>be ser tu único i<strong>de</strong>al, tienes<br />
que <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rlo y confiar en tus superiores. Así lo hizo siempre. El oficial le enseñó a<br />
conducir los vehículos <strong>de</strong> la Tenencia y lo convirtió en su chofer. A veces iban juntos a<br />
tomar unas cervezas y a visitar las putas <strong>de</strong> Los Riscos, como dos buenos amigos. Por<br />
eso se atrevió a contarle los ataques <strong>de</strong> su hermana, las piedras cayendo sobre el techo,<br />
el baile <strong>de</strong> las tazas y el <strong>de</strong>sconcierto <strong>de</strong> los animales. Todo se lo dijo sin imaginar que