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De amor y de muerte

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<strong>de</strong> las inmisericor<strong>de</strong>s palizas <strong>de</strong> su padre, lo llevó a la parroquia como ayudante <strong>de</strong>l<br />

sacristán, con la esperanza <strong>de</strong> disimular su dulzura <strong>de</strong> mujer entre los pollerines <strong>de</strong> la<br />

misa y las ofrendas <strong>de</strong> incienso. Pero el niño olvidaba los latinajos. distraído con las<br />

partículas doradas flotando en el haz <strong>de</strong> luz <strong>de</strong> los ventanales. El cura pasó por alto estas<br />

divagaciones y le enseñó aritmética, a leer y escribir y algunos rudimentos indispensables<br />

<strong>de</strong> cultura. A los quince años conocía prácticamente <strong>de</strong> memoria los escasos libros <strong>de</strong> la<br />

sacristía y otros prestados por el turco <strong>de</strong>l almacén con el fin <strong>de</strong> atraerlo a su trastienda y<br />

revelarle los mecanismos <strong>de</strong>l placer entre varones. Cuando su padre se enteró <strong>de</strong> estas<br />

visitas, lo llevó <strong>de</strong> viva fuerza al prostíbulo <strong>de</strong>l campamento acompañado por sus dos<br />

hermanos mayores. Esperaron turno junto a una docena <strong>de</strong> hombres impacientes por<br />

gastar su salario <strong>de</strong>l viernes. Sólo Mario percibió las cortinas inmundas y <strong>de</strong>steñidas, el<br />

olor <strong>de</strong> orines y creolina el aire <strong>de</strong> infinito abandono <strong>de</strong> aquel lugar. Sólo él se conmovió<br />

ante la tristeza <strong>de</strong> esas mujeres agotadas por el uso y la carencia <strong>de</strong> <strong>amor</strong>. Amenazado<br />

por sus hermanos intentó comportarse como un macho con la prostituta que le tocó en<br />

suerte pero a ella le bastó una mirada para adivinar que a ese muchacho lo aguardaba<br />

una vida <strong>de</strong> escarnio y soledad. Sintió compasión al verlo temblar <strong>de</strong> repugnancia a la<br />

vista <strong>de</strong> sus carnes <strong>de</strong>snudas y pidió los <strong>de</strong>jaran a solas para realizar su trabajo en paz.<br />

Cuando los otros salieron cerró la puerta con pestillo, se sentó a su lado sobre la cama y<br />

le tomó la mano.<br />

--Esto no se pue<strong>de</strong> hacer a la fuerza --dijo a Mario que lloraba aterrado--. Andate lejos,<br />

hijo, don<strong>de</strong> nadie te conozca porque aquí acabarán matándote.<br />

En toda su vida no recibió mejor consejo. Se secó el llanto y prometió no volver a verterlo<br />

por una hombría que en el fondo no <strong>de</strong>seaba.<br />

--Si no te en<strong>amor</strong>as, pue<strong>de</strong>s llegar lejos-- se <strong>de</strong>spidió la mujer <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tranquilizar al<br />

padre, salvando así al muchacho <strong>de</strong> una zurra más.<br />

Esa noche Mario habló con su madre y le contó lo sucedido.

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