Los jóvenes en un mundo en transformación Prof ... - Xuventude.net
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<strong>Los</strong> <strong>jóv<strong>en</strong>es</strong> <strong>en</strong> <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do <strong>en</strong> <strong>transformación</strong><br />
130<br />
nes —Kemuel, Hadarniel, Sandalfon y Galizar— que impid<strong>en</strong> el acceso a la<br />
Ley; están jerarquizados y cada <strong>un</strong>o de ellos va poni<strong>en</strong>do mayores dificultades<br />
al paso de Moisés. Cada <strong>un</strong>o de ellos es también más poderoso que el anterior.<br />
Al final de la narración, el propio Dios acompaña a Moisés preservándole de los<br />
guadianes y le <strong>en</strong>trega la Torá. Kafka utiliza, para su propia parábola, este relato,<br />
pero invirtiéndolo como <strong>un</strong> guante. Mediante la reescritura del relato pone<br />
Kafka <strong>en</strong> cuestión la fe de <strong>un</strong> “pueblo elegido” <strong>en</strong> Dios y <strong>en</strong> sí mismo. No hay<br />
mediación posible, ya que el hombre no puede p<strong>en</strong>etrar <strong>en</strong> la Ley ni hablar con<br />
Dios, como <strong>un</strong> amigo, al igual que había hecho Moisés. La jerarquía angélica<br />
del relato es transformada por Kafka <strong>en</strong> jerarquía burocrática, <strong>en</strong> “<strong>un</strong> tiempo de<br />
espaldas a Dios y sin profetas”, como afirmaba Weber al final de La Etica Protestante.<br />
Joseph K. malinterpreta el relato ya que se id<strong>en</strong>tifica con el hombre del<br />
campo y pi<strong>en</strong>sa que éste ha sido <strong>en</strong>gañado por el guardián. El sacerdote, como<br />
Tirésias, <strong>en</strong> Edipo Rey de Sofocles, le responde reinterpretando la figura del<br />
guardián como el perfecto f<strong>un</strong>cionario cumplidor de su deber, “amante de la<br />
exactitud y estricto observador de sus f<strong>un</strong>ciones”, “consci<strong>en</strong>te de la importancia<br />
de su servicio”, que “ti<strong>en</strong>e respeto por sus superiores”, “no es charlatán”,<br />
“no es sobornable”, “no se deja ablandar ni ati<strong>en</strong>de a súplicas”, incluso “parece<br />
<strong>un</strong>a persona amable”. ¿No es este el modelo de burócrata weberiano? (González,<br />
1989, 177). El final del párrafo, como más adelante pone de manifiesto<br />
cuasinietscheanam<strong>en</strong>te el sacerdote: “No, no hay que creer que todo sea verdad,<br />
hay que creer que todo es necesario”, d<strong>en</strong>tro de <strong>un</strong> tiempo destinal inexorable<br />
que se escapa al que busca la verdad de la burocracia, el s<strong>en</strong>tido no es<br />
verdadero, ni falso, s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te es la coimplicación de ambos mom<strong>en</strong>tos, de<br />
forma dramática y dolorosa. Ya se deja <strong>en</strong>trever aquí “la otra voz”, la que habla<br />
desde la perspectiva de los cli<strong>en</strong>tes y miembros de la burocracia, “su peculiaridad<br />
específica, tan bi<strong>en</strong>v<strong>en</strong>ida para el capitalismo, la desarrolla <strong>en</strong> tanto<br />
mayor grado cuanto más se “deshumaniza”, cuanto más completam<strong>en</strong>te alcanza<br />
las peculiaridades específicas que le son contadas como virtudes: La eliminación<br />
del amor, del odio, y de todos los elem<strong>en</strong>tos s<strong>en</strong>sibles personales, de<br />
todos los elem<strong>en</strong>tos irracionales que se retra<strong>en</strong> al cálculo” (Weber, 1978, 732).<br />
Weber analiza la objetualización de las relaciones sociales (Vergeg<strong>en</strong>ständig<strong>un</strong>g)<br />
que se produce <strong>en</strong> las organizaciones, bajo el prisma de su despersonalización,<br />
vuelve a usar la imag<strong>en</strong> de la máquina que trabaja racionalm<strong>en</strong>te (pero sin s<strong>en</strong>tido):<br />
“Una máquina inerte es espíritu coagulado. Y sólo el serlo le da el poder<br />
de forzar a los individuos a servirla y de determinar el curso cotidiano de<br />
sus vidas de trabajo, de modo tan determinante como es el caso <strong>en</strong> la fábrica.<br />
Es asimismo espíritu coagulado aquella máquina viva que repres<strong>en</strong>ta a la organización<br />
burocrática” (Weber, 1978, 1074). Cuando pasamos de la administración<br />
de las cosas a la administración de las personas 62 , a través del f<strong>un</strong>-<br />
(62) W. Schluchter, Aspekte Burokratische Herrschaft, Frankfurt, l972, 236-301. En oposición a Engels que p<strong>en</strong>saba<br />
que la evolución social conducía de forma “natural” a la “administración de las cosas”.