Los jóvenes en un mundo en transformación Prof ... - Xuventude.net
Los jóvenes en un mundo en transformación Prof ... - Xuventude.net
Los jóvenes en un mundo en transformación Prof ... - Xuventude.net
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
a <strong>en</strong> la que nosotros vivimos, la muerte no ti<strong>en</strong>e ningún s<strong>en</strong>tido y yo pi<strong>en</strong>so<br />
que eso terrible. Por lo tanto, hay que darle <strong>un</strong> s<strong>en</strong>tido también a la muerte, y<br />
si pudiera ser <strong>un</strong> s<strong>en</strong>tido joc<strong>un</strong>do, tipo nov<strong>en</strong>a sinfonía de Beethov<strong>en</strong> y su himno<br />
a la alegría, cosa que es bastante mejor que se nos arroje a la nada como <strong>un</strong><br />
coche a <strong>un</strong> cem<strong>en</strong>terio de automóviles, ¿verdad? En esa creación, construcción<br />
de s<strong>en</strong>tido veo yo para la última etapa de la vida, que ya la Biblia llamaba la<br />
edad del jubileo o del júbilo, <strong>un</strong> mom<strong>en</strong>to biográfico de júbilo. Recordé, como<br />
decía, este proverbio <strong>en</strong> <strong>un</strong>a re<strong>un</strong>ión <strong>en</strong> <strong>un</strong> hotel de Sevilla <strong>en</strong> la ya hace muchos<br />
años participé. Se llamaba, el ev<strong>en</strong>to, Una experi<strong>en</strong>cia con la muerte y la dirigía<br />
<strong>un</strong> grupo de músicos de África del Norte, de Marruecos, y <strong>un</strong> psiquiatra<br />
y profesor de aquí, de la Universidad de Madrid que se llama José María Poveda.<br />
Especialista <strong>en</strong> com<strong>un</strong>idades indíg<strong>en</strong>as, <strong>en</strong> <strong>en</strong>teóg<strong>en</strong>os y experi<strong>en</strong>cias de dilatación<br />
de la conci<strong>en</strong>cia. ¿En qué consistía la experi<strong>en</strong>cia? Dosci<strong>en</strong>tas personas<br />
re<strong>un</strong>idas <strong>en</strong> <strong>un</strong> hotel —vale la p<strong>en</strong>a señalar que de todas las edades y de todas<br />
las cre<strong>en</strong>cias posibles—, <strong>en</strong> el gran hall de <strong>un</strong> hotel de Sevilla nos disponíamos,<br />
de ser posible, a <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> trance. Así, pues, que inducidos por el ritmo de los<br />
tambores e intoxicados por <strong>un</strong>a nube de inci<strong>en</strong>so especial que no era ni el de la<br />
iglesia ni de los inci<strong>en</strong>sos conocidos y accesibles del mercado —supongo que<br />
procedía de Africa,— todos nosotros, digo, los que estábamos ahí, debíamos<br />
bailar cada <strong>un</strong>o in situ y s<strong>en</strong>tir e imaginar que la muerte nos perseguía. Fr<strong>en</strong>te<br />
a nosotros, se nos dijo, había <strong>un</strong>a muralla con <strong>un</strong> paso muy estrecho y debíamos<br />
tratar de salvarnos pasando del otro lado. Era <strong>un</strong>a especie de experi<strong>en</strong>cia<br />
estática que también t<strong>en</strong>ía visos de ser <strong>un</strong>a iniciación.<br />
Empezaron, <strong>en</strong>tonces, a sonar los tambores, el inci<strong>en</strong>so se derramó. El aire<br />
parecía electrificado. Había <strong>un</strong>a gran expectación. Por supuesto a los cinco, diez<br />
minutos ya había g<strong>en</strong>te por el suelo aterrada porque habían visto la cara de la<br />
muerte y no lo podían soportar o porque la muerte les anticipaba, <strong>en</strong> cierta manera,<br />
su futuro tránsito. Otros, <strong>en</strong> cambio, danzaban y se <strong>en</strong>tregaban a la felicidad<br />
de ser perseguidos. Lo interesante es que todo el m<strong>un</strong>do debía invocar<br />
imaginariam<strong>en</strong>te <strong>un</strong> animal totémico que la ayudase a cruzar, digamos de <strong>un</strong><br />
sector de la realidad, del sector de la persecución, al sector de la salvación. Y yo,<br />
claro, como todos nosotros, ya que <strong>un</strong>o busca primero a los animales de prestigio,<br />
<strong>un</strong> león, <strong>un</strong> leopardo, ¿no?, me <strong>en</strong>tregué a buscar mi animal fantástico.<br />
Nadie empieza por <strong>un</strong>a pulga,y mucho m<strong>en</strong>os por <strong>un</strong>a polilla o <strong>un</strong>a cosa así.<br />
Yo buscaba y buscaba y ning<strong>un</strong>o se quería quedar conmigo hasta que se quedó<br />
<strong>un</strong> grillo. Cuando tiempo después se lo conté a mi mujer me dijo: “Claro, es<br />
natural”. Entonces le preg<strong>un</strong>té por qué “¿Te fijaste <strong>en</strong> tu nariz?”, me respondió.<br />
“Tú eres Pinocho”. Comoquiera que sea el grillo me llevó a ese lugar, y pasé,<br />
pero antes de pasar también apareció la muerte con el arquetipo típico de esa<br />
capa negra, oscura, deprim<strong>en</strong>te. No podía ver su rostro, pero, tonto de mi, atiné<br />
a preg<strong>un</strong>tarle quién era y la muerte me dijo: ya lo sabes, citándome el proverbio<br />
que yo conocía de antes: “Soy <strong>un</strong>a fiesta de nubes”.<br />
Contrariam<strong>en</strong>te a lo que estaba pasando con mucha g<strong>en</strong>te, a mí me invadió<br />
<strong>un</strong>a alegría <strong>en</strong>orme, s<strong>en</strong>tí <strong>un</strong> gozo indescriptible y llegué sano y salvo al otro<br />
<strong>Los</strong> <strong>jóv<strong>en</strong>es</strong> <strong>en</strong> <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do <strong>en</strong> <strong>transformación</strong><br />
185