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antes de desconectarme, al fin, de Oasis.

Cuando me quité el visor eran las 6.17 de la mañana. Me froté los ojos

enrojecidos y eché un vistazo al interior de mi guarida, intentando

comprender todo lo que acababa de sucederme.

Hasta ese momento no fui consciente del frío que hacía en la furgoneta.

Había estado usando el pequeño calefactor a ratos durante toda la noche y

había agotado la batería. Estaba demasiado cansado para montarme en la

bicicleta estática y pedalear para recargarla. Y tampoco me sentía con

fuerzas para regresar a la caravana fija de mi tía. De todos modos, pronto

saldría el sol y sabía que, aunque me quedara dormido allí, no iba a morir

congelado.

Me deslicé de la silla al suelo, me metí en el saco de dormir y me

acurruqué. Cerré los ojos y el acertijo de la Llave de Jade regresó a mi

mente. Pero el sueño me invadió segundos después.

Y tuve un sueño. Estaba de pie, solo, en el centro de un campo de batalla

arrasado, con varios ejércitos distintos formados frente a mí. Un batallón de

sixers estaba apostado delante y varios clanes de gunters me rodeaban por

los demás flancos blandiendo espadas y armas de gran poder mágico. Bajaba

la mirada y veía mi cuerpo. No era el cuerpo de Parzival, sino el mío. Y

llevaba una armadura hecha de papel. En la mano derecha sostenía una

espada de plástico, de juguete, y en la izquierda un gran huevo de cristal

idéntico al que causa tantos problemas al personaje que interpreta Tom

Cruise en Risky Business. Con todo, yo sabía que, en el contexto del sueño,

ése debía de ser el Huevo de Pascua de Halliday. Y yo estaba allí plantado,

en aquel descampado, con él en la mano y los demás mirándome.

Todos a una, los ejércitos de mis enemigos emitían un fiero grito de

guerra y cargaban contra mí. Convergían frente a mí, enseñando mucho los

dientes y con los ojos inyectados en sangre. Venían a por el Huevo y yo no

podía hacer nada para impedirlo.

Sabía que estaba soñando y esperaba despertar antes de que me dieran

alcance. Pero no sucedió. El sueño siguió y me arrebataron el huevo, y yo

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