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avatar.

Pero yo no soportaba verme varado en una zona segura.

Si pretendía encontrar el Huevo de Halliday sabía que, tarde o temprano,

tendría que adentrarme en los sectores peligrosos de Oasis. Y si no contaba

con la suficiente potencia ni con las armas necesarias para defenderme, no

viviría mucho tiempo.

Durante los cinco años anteriores había logrado lenta y gradualmente

elevar mi avatar hasta el tercer nivel. No me había resultado nada fácil. Lo

había conseguido pidiendo a otros alumnos (casi siempre a Hache) que me

dejaran acompañarlos, siempre y cuando los planetas a los que se dirigían no

fueran demasiado peligrosos para mi enclenque avatar. Les proponía que me

dejaran cerca de alguna zona de juegos para principiantes y dedicaba el resto

de la noche, o del fin de semana, a pasar por la espada a orcos, kobolds o

cualquier otro monstruo insignificante y débil que no pudiera matarme a mí.

Por cada PNJ que mi avatar derrotara, yo obtenía unos pocos puntos de

experiencia y, generalmente, un puñado de monedas de cobre o plata que

arrebataba a mis enemigos recién ajusticiados. Aquellas monedas se

convertían al momento en créditos, que usaba para pagar la tarifa de

teletransportación para regresar a Ludus, muchas veces inmediatamente

antes de que sonara el último timbre que marcaba el inicio de las clases.

Alguna vez, no muchas, alguno de los PNJ a los que mataba soltaba algún

objeto. Así fue, por ejemplo, como obtuve la espada, el escudo y la armadura

de mi avatar.

Antes de terminar el curso anterior dejé de pedirle a Hache que me

llevara a los sitios. Él ya había llegado al nivel 30, y casi siempre se dirigía a

planetas que resultaban demasiado peligrosos para mi avatar. A él no le

importaba en absoluto dejarme en algún mundo para novatos que le pillara

de paso, pero entonces, si yo no conseguía acumular los créditos suficientes

para pagarme el viaje de regreso a Ludus, acababa faltando a clase, colgado

en algún planeta. Y eso no se consideraba una causa justificada. Yo ya había

acumulado tantas faltas de asistencia sin justificar que corría el riesgo de

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