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modo que a vestirse y a conectarse!

Sonrió de oreja a oreja cuando nos vio salir de los vestidores minutos

después, cubiertos con nuestros flamantes trajes y guantes.

—¡Excelente! —dijo—. Y ahora, escoged cabina y conectaos. ¡El tiempo

apremia!

Hache se volvió para mirarme. Me di cuenta de que quería decirme algo,

pero parecía que no le salían las palabras. Transcurridos unos segundos,

extendió la mano enguantada. Yo se la estreché.

—Buena suerte, Hache —dije.

—Buena suerte, Zeta —replicó ella que, volviéndose hacia Og, añadió—:

Gracias una vez más, Og.

Y sin darle tiempo a nada, se puso de puntillas y le plantó un beso en la

mejilla, antes de desaparecer tras la puerta de la cabina cinco, que se cerró a

su paso, emitiendo un leve silbido.

Og sonrió y se volvió a mirarme.

—El mundo entero depende de vosotros cuatro. Intentad no

decepcionarlo.

—Haremos lo que podamos.

—Eso lo sé.

Nos dimos la mano.

Avancé un paso más en dirección a mi cabina, pero me detuve y volví la

cabeza.

—Og, ¿puedo preguntarle algo?

Él arqueó una ceja.

—Si quieres saber qué hay tras la Tercera Puerta, no tengo ni idea —dijo

—. Pero aunque lo supiera, no te lo diría. Eso ya deberías saberlo.

Negué con la cabeza.

—No, no es eso. Quería preguntarle qué fue lo que hizo que su amistad

con Halliday terminara. En todas las investigaciones que he realizado, nunca

he logrado encontrar nada. ¿Qué ocurrió?

Morrow permaneció unos instantes observándome fijamente. Le habían

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