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Caminé por calles concurridas y logré evitar que me robaran camino de

la terminal de autobuses. Al otro lado de la puerta, sobrevivía un

destartalado punto de atención al cliente y, tras echar un rápido vistazo a las

instalaciones, saqué el billete y lo entregué. Me senté junto al andén y me

puse a leer el Almanaque de Anorak hasta que fue la hora de subir al autobús.

Se trataba de un vehículo de dos plantas, con carrocería blindada,

cristales antibalas y paneles solares en el techo. Una fortaleza rodante. Mi

asiento estaba junto a una ventanilla, dos filas por detrás del conductor, que

iba metido dentro de una caja de plexiglás, también antibalas. Un equipo

formado por seis guardias armados hasta los dientes realizaba el trayecto en

el piso superior, para proteger el vehículo y a sus pasajeros en caso de

secuestro por parte de agentes de carretera o forajidos; algo bastante

probable cuando nos adentráramos en las tierras baldías y sin ley que se

extendían más allá de las ciudades, que seguían siendo reductos

relativamente seguros.

El autobús iba lleno. No sobraba ni una plaza. Casi todos los pasajeros se

colocaron sus visores apenas subieron. Pero yo tardé un rato en hacerlo, el

suficiente para poder contemplar mi ciudad natal alejarse al otro lado de la

carretera, detrás de nosotros, mientras pasábamos entre el mar de molinos de

energía eólica que la flanqueaban.

El motor eléctrico del autocar garantizaba una velocidad máxima de

sesenta y cinco kilómetros por hora, aunque a causa del deterioro del sistema

de autopistas interestatales y de las paradas constantes que el vehículo debía

realizar en las estaciones de recarga, tardé varios días en llegar a mi destino.

Y pasé casi todo ese tiempo conectado a Oasis, preparándome para iniciar

mi nueva vida.

Mi primera decisión fue crearme una identidad nueva. No me resultó

difícil, disponía de algo de dinero. En Oasis podías comprar casi toda clase

de información, si sabías dónde buscar e indagar y si no te importaba

infringir la ley. Había un montón de gente desesperada y corrupta que

trabajaba para el Gobierno (y para todas las grandes empresas), y esas

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