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color gris pizarra, a juego con unos zapatos de plástico, que me pidieron me

pusiera. El mono parecía de papel de lija y tan pronto como me lo puse

empezó a picarme todo el cuerpo. Y como me habían esposado, no podía

rascarme.

Me sacaron a rastras al pasillo. La luz áspera de los fluorescentes

absorbía el color de las cosas y hacía que todo pareciera sacado de una

película antigua en blanco y negro. Mientras bajábamos al vestíbulo en

ascensor yo iba tarareando la musiquilla del hilo musical para demostrarles

que no tenía miedo. Pero dejé de hacerlo cuando uno de los polis me apuntó

con el rifle de descargas eléctricas.

Una vez en el vestíbulo, me cubrieron con un abrigo de invierno con

capucha. Dado que había pasado a ser propiedad de la empresa, que era uno

de sus recursos humanos, no querían que pillara una neumonía. Luego me

condujeron al exterior y la luz del sol golpeó mi rostro por primera vez en

más de medio año.

Nevaba y todo estaba cubierto de una fina capa de hielo gris y barro. No

sabía qué temperatura hacía, pero no recordaba haber sentido tanto frío en

mi vida. El viento se me metía en los huesos.

Me condujeron hasta el vehículo. En el asiento trasero ya había dos

nuevos reclutas forzosos atados a unos asientos de plástico; los dos llevaban

visores. Personas a las que habían detenido esa misma mañana, unas horas

antes. Aquellos policías de asalto eran una especie de buscadores de basura

que se dedicaban a realizar su ronda diaria.

El recluta que iba a mi derecha era un tipo alto, delgado, algo mayor que

yo. Parecía desnutrido. El otro, en cambio, padecía obesidad mórbida y no

sabía si era hombre o mujer. Opté por considerarlo de género masculino.

Tenía el rostro medio oculto tras una mata de pelo rubio sucio y por algo que

parecía una máscara de gas, que le cubría la nariz y la boca. Un tubo negro,

grueso, conectaba la máscara a una toma en el suelo. Al principio no

entendía para qué servía aquel artilugio, hasta que vi que el recluta se echaba

hacia delante, tensando mucho las cuerdas que lo mantenían sujeto y

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