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Acababa de quitarle la vida al avatar de Shoto, arrebatándole la

oportunidad de franquear la Tercera Puerta. Sorrento no merecía su poder, el

cargo que ocupaba. En ese momento supe que lo que Sorrento merecía era

una derrota y una humillación públicas. Merecía que le dieran una patada en

el culo en presencia de toda la humanidad.

Sostuve la Cápsula Beta muy alta sobre la cabeza y pulsé el botón que la

activaba.

El destello de luz que siguió fue cegador y el cielo enrojeció, mientras

mi avatar cambiaba, crecía y se transformaba en un alienígena humanoide de

piel roja y plateada, ojos resplandecientes con forma de huevo y rara cabeza

con aleta, y una luz de intensidad intermitente encajada en el centro del

pecho. Durante los tres minutos siguientes, sería Ultraman.

Mechagodzilla dejó de gritar y destrozarlo todo. Su mirada, hasta

entonces dirigida hacia abajo, donde mi pequeño avatar se encontraba un

segundo antes, se desplazó lentamente hacia las alturas, para abarcar en su

totalidad a su nuevo oponente, y nuestros ojos brillantes se encontraron al

fin. Me hallaba cara a cara frente al robot de Sorrento, igualándolo casi en

altura y tamaño.

El robot de Sorrento dio varios pasos atrás, torpemente. Sus ojos volvían

a brillar.

Yo me agaché un poco, adoptando una postura ofensiva, y me fijé en que

en una esquina de mi visualizador había aparecido un marcador que acababa

de iniciar una cuenta atrás desde los tres minutos:

2:59, 2:58, 2:57…

Bajo ese contador aparecía un menú en el que, en japonés, se

enumeraban los distintos ataques de energía de Ultraman. Sin dudarlo escogí

el Rayo Specium y levanté mucho los brazos frente a mí, uno en posición

horizontal y el otro en posición vertical, formando una cruz. Un rayo de

energía blanca, intermitente, salió disparado de mis antebrazos e impactó en

el pecho de Mechagodzilla, empujándolo hacia atrás. Perdido el equilibrio,

Sorrento, sin control, tropezó con sus descomunales pies. Su robot cayó al

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