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estudiaba en Ludus y estaba en el último curso de la EPO N.° 1172, en el

otro extremo del planeta respecto de la mía. Nos conocimos un fin de

semana en un chat público de gunters y casamos al momento porque

compartíamos los mismos intereses, lo que equivale a decir que

compartíamos un interés: la obsesión por Halliday y su Huevo de Pascua. A

los pocos minutos de conversación supe que Hache era auténtico: un gunter

de elite de gran agilidad mental. Lo sabía todo de los ochenta, no sólo lo

básico. Era un verdadero estudioso de Halliday. Y al parecer él también

había visto las mismas cualidades en mí, porque me dio su tarjeta de

contacto y me invitó a pasar por El Sótano siempre que quisiera. Desde

entonces se había convertido en mi mejor amigo.

Con los años, entre nosotros se había ido desarrollando una rivalidad

amistosa. Nos metíamos mucho el uno con el otro sobre cuál de los dos

lograría que su nombre apareciera antes en La Tabla. Y nos pasábamos el

rato intentando impresionarnos mutuamente con nuestros conocimientos

sobre detalles nimios de gunters. En ocasiones, incluso, indagábamos juntos.

De hecho, nuestra investigación consistía, por lo general, en ver películas

malas y series de televisión de los ochenta allí, en su sala de chat. También

usábamos mucho sus videojuegos, claro. Hache y yo malgastábamos un

montón de horas en clásicos para dos jugadores como Contra, Golden Axe,

Heavy Barrel, Smash TV e Ikari Warriors. Excluyéndome a mí mismo,

Hache era el mejor jugador que había conocido en mi vida. En la mayoría de

los juegos estábamos al mismo nivel, pero en algunos me ganaba de calle,

sobre todo en los de disparar desde un plano subjetivo. Por algo ésa era su

especialidad.

Yo no tenía ni idea de quién era Hache en el mundo real, pero presentía

que su casa no debía de ser ninguna maravilla. Como me sucedía a mí, él

también pasaba todo el tiempo que podía conectado a Oasis. En más de una

ocasión me había confesado que yo era su mejor amigo y, teniendo en cuenta

que no nos habíamos conocido nunca en persona, suponía que debía de estar

tan solo como yo.

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