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—Para mí será un honor —sentenció Shoto—. Ya tengo ganas de que

llegue el momento.

—Claro, claro —se sumó Art3mis, mirándome fijamente—. Yo también

estoy impaciente.

Una vez que Art3mis y Shoto se desconectaron, indiqué a Hache dónde

me encontraba.

—Es un local de la franquicia Plug. Cuando llegues me llamas y salgo.

—Eso haré. Oye. Debo advertirte… No me parezco en nada a mi avatar.

—¿Y? ¿Quién se parece a su avatar? Que sepas que yo no soy tan alto…

ni tan musculoso. Y mi nariz es un poco más grande…

—Sólo te lo advierto. Conocerme en persona puede suponer cierta…

sorpresa para ti.

—Está bien. Entonces ¿por qué no me dices de una vez qué aspecto

tienes?

—Ya estoy en marcha. Estoy en la carretera —dijo él, ignorando mi

pregunta—. Nos vemos en unas horas. ¿De acuerdo?

—De acuerdo. Conduce con cuidado, amigo.

A pesar de las palabras que acababa de intercambiar con Hache, saber

que estaba a punto de conocerlo en persona después de todos estos años me

alteraba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Pero eso no era nada

comparado con el temor que me provocaba la idea de conocer personalmente

a Art3mis cuando llegáramos a Oregón. Imaginar el momento me llenaba de

una mezcla de impaciencia y terror. ¿Cómo sería en persona? ¿Podía ser

falsa la foto del expediente académico que había visto? ¿Tenía alguna

posibilidad de llegar a algo con ella?

Realizando un esfuerzo titánico logré quitármela de la cabeza, lo que

conseguí concentrándome en la inminente batalla.

Tan pronto como me desconecté de El Sótano de Hache, envié mi e-mail

de «Llamada a las Armas» a todos los usuarios de Oasis. Consciente de que

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