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perímetro del asentamiento. Algunos de ellos, incluido el mío, eran casi tan

altos como las propias torres de caravanas.

Me acerqué al montículo y, tras echar un vistazo a mi alrededor para

asegurarme de que no me seguía ni veía nadie, me coloqué de lado para

meterme en un hueco, entre dos coches aplastados. Una vez allí,

agachándome, trepando y avanzando de costado, me interné un poco más en

aquel amasijo de metales retorcidos hasta llegar a un espacio abierto situado

junto al portón trasero de una furgoneta de carga. Sólo su tercio trasero

resultaba visible, el resto quedaba oculto tras los vehículos amontonados

sobre ella y a su alrededor. Dos camionetas descubiertas estaban volcadas

sobre el techo, en distintos ángulos, aunque casi todo el peso de éstas

reposaba en otros coches volcados a ambos lados, lo que creaba una especie

de arco protector que había impedido que la furgoneta resultara aplastada

por la montaña de vehículos apilada sobre ella.

Me quité la cadena que llevaba al cuello, de la que colgaba una única

llave. Por un golpe de suerte, aquella llave seguía puesta en el contacto de la

furgoneta la primera vez que la descubrí. Muchos de los vehículos

trasladados allí funcionaban bien cuando los abandonaron. Sus propietarios

ya no podían permitirse el combustible, de modo que los habían aparcado y

se habían ido.

Me metí la linterna en el bolsillo y abrí la puerta trasera de la derecha.

En realidad, se abría algo menos de medio metro, lo que, con esfuerzo, me

permitía colarme dentro. Una vez en el interior la cerré y pasé el seguro. Las

puertas traseras no tenían ventanas, por eso permanecí un momento en

completa oscuridad, hasta que mis dedos encontraron la vieja regleta de

enchufes que había fijado con cinta aislante al techo. Le di al interruptor y la

luz de una lámpara de despacho antigua inundó el pequeño espacio.

El techo verde y abollado de un coche ocupaba la abertura aplastada que

antes había sido el parabrisas, pero los desperfectos de la furgoneta no iban

más allá; el resto del interior seguía intacto. Alguien se había llevado los

asientos (probablemente para usarlos como muebles), creando un cuchitril

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