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administración y las tasas legales, así como todos los demás cargos y delitos

en que incurra a partir de ese momento. —Wilson señaló a los policías—.

Estos caballeros han venido para ayudarme a llevármelo y a escoltarlo hasta

su nuevo puesto de trabajo. Le pedimos que nos abra la puerta y nos permita

el acceso a su lugar de residencia. Por favor, dese cuenta de que estamos

autorizados a tomar posesión de sus pertenencias. El valor de la venta de

dichos artículos será deducido, claro está, del importe que nos adeuda.

Parecía que Wilson hubiera recitado aquella perorata sin detenerse a

respirar una sola vez, en el tono plano y monocorde de quien repite las

mismas frases día tras día.

Tras una breve pausa, y a través del intercomunicador, le respondí:

—Sí, por supuesto, chicos. Dadme un minuto para que me ponga los

pantalones. Salgo enseguida.

Wilson frunció el ceño.

—Señor Lynch. Si no nos permite el acceso a su lugar de residencia en

diez segundos, estamos autorizados a recurrir a la fuerza. El coste de

cualquier daño causado por la entrada forzosa —incluidos los daños a la

propiedad y las obras de reparación— se sumará al importe de su deuda.

Gracias.

Wilson se apartó del intercomunicador e hizo una seña a los demás. Uno

de los policías conectó al momento su soldador y, cuando la punta se puso al

rojo vivo, la aplicó sobre la plancha de titanio de mi Telón de Guerra. El otro

agente se alejó unos pasos y empezó a abrir un hueco en la pared de mi

apartamento. Tenían acceso a los planos de seguridad del edificio y sabían

que las paredes estaban construidas con planchas de acero y una capa de

cemento, mucho más fáciles de cortar que mi puerta blindada de titanio.

Pero yo, claro está, me había tomado la molestia de reforzar también las

paredes, los suelos y los techos de mi apartamento con piezas de una

aleación de titanio, que había ensamblado personalmente. Una vez que los

policías cortaran la pared, se encontrarían, también, con aquella jaula. De

todos modos, eso me garantizaba apenas cinco minutos más de libertad, seis,

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