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Me concentré en mi avatar y vi que llevaba una camiseta negra y unos

vaqueros, las prendas que aparecían por defecto en todo avatar recién creado.

Abrí mi hoja de resultados y mi inventario. Mi avatar mantenía el mismo

nivel y puntuaciones que antes, pero el inventario estaba totalmente vacío,

salvo por un artículo: la moneda de veinticinco centavos que había obtenido

tras jugar la partida perfecta de Pac-Man en Archaide. Tras guardarla en mi

inventario, no había podido sacarla de allí, por lo que no había podido

aplicarle adivinaciones ni hechizos de identificación. No había podido

averiguar cuál era el verdadero propósito de la moneda, ni sus posibles

poderes. Con todos los acontecimientos tumultuosos de los meses pasados,

había llegado a olvidar incluso que la tenía.

Al fin sabía lo que era aquella moneda: un artefacto de un solo uso que

había concedido a mi avatar una vida extra. Hasta ese momento yo ni

siquiera sabía que algo así fuera posible. En la historia de Oasis, no había

constancia de que nadie hubiera adquirido una vida extra.

Seleccioné la moneda del inventario y, una vez más, intenté extraerla. En

esa ocasión pude retirarla y la sostuve en la palma de la mano. Pero su único

poder ya había sido usado, no poseía propiedades mágicas. Era una moneda

de veinticinco centavos; nada más.

Alcé la vista y vi que la puerta de cristal flotaba veinte metros por

encima de mí. Seguía en su mismo lugar, abierta de par en par. Pero no tenía

ni idea de cómo subir y franquearla. No tenía botas de propulsión, ni nave, ni

otros artículos mágicos, ni recordaba hechizos. Nada que me permitiera

volar ni levitar. Y por allí no se veía ninguna escalera de mano.

Ahí estaba yo, a un tiro de piedra de la Tercera Puerta, pero sin poder

llegar hasta ella.

—Eh, Zeta —oí que decía una voz—. ¿Me oyes?

Era Hache, pero su voz ya no me llegaba distorsionada para parecer

masculina. La oía perfectamente, como si hablara conmigo a través del

intercomunicador. Aquello no tenía sentido, porque mi avatar ya no tenía

intercomunicador. Y el avatar de Hache estaba muerto.

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