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la unidad de limpieza y extendí el otro en el suelo.

Max ya había abierto la ducha y seleccionado la temperatura exacta que

me gustaba. Al meterme en la cabina cubierta de vapor, Max activó allí la

lista de reproducción musical. Reconocí los primeros compases de Change,

de John Waite. De la banda sonora de Loco por ti. Geffen Records. 1985.

La ducha funcionaba prácticamente como uno de aquellos túneles de

lavado de coche antiguos. Yo sólo tenía que quedarme quieto y la cabina lo

hacía casi todo. Me disparaba chorros de agua jabonosa desde distintos

ángulos y luego me enjuagaba. No tenía que lavarme el pelo, porque la

ducha también dispensaba una solución no-tóxica que eliminaba el vello y

que yo me frotaba en la cara y el cuerpo. De ese modo me ahorraba tener que

afeitarme y cortarme el pelo, molestias que no me interesaban lo más

mínimo. Tener una piel bien lisa también me ayudaba a ponerme el traje

táctil. Al principio se me hacía raro verme sin cejas, pero no tardé en

acostumbrarme.

Cuando los chorros de agua dejaron de salir, se activaron los secadores,

que en cuestión de segundos eliminaron todo resto de humedad de mi

cuerpo. Me fui a la cocina y abrí una lata de Sludge, un preparado de

desayuno alto en proteínas con vitamina-D (que me ayudaba a combatir los

efectos de la privación de sol). Mientras lo ingería, los sensores de mi

ordenador tomaron nota, escanearon el código de barras y restaron las

calorías del total que tenía asignado para el día. Una vez resuelto el trámite

del desayuno, me puse el traje limpio. Vestirse con él no era tan delicado

como quitárselo, pero aun así debía concentrarme.

Con el traje puesto, ordené la extensión de la silla. Me detuve un instante

a contemplar el equipo de inmersión. Me había sentido tan orgulloso cuando

pude comprármelo… Pero con el paso de los meses había llegado a verlo

como lo que era: un artilugio muy sofisticado con el cual engañar mis

sentidos que me permitía vivir en un mundo que no existía. Cada uno de sus

componentes era un barrote de la celda donde voluntariamente me había

encerrado a mí mismo.

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