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apreté los gatillos al tiempo que avanzaba de sala en sala, cargándome a

todos los PNJ que se atravesaban en mi camino. Los guardias me devolvían

las balas, que rebotaban en mi armadura y no me hacían nada. Nunca me

quedaba sin munición, porque cada vez que disparaba una ráfaga, otra era

teletransportada hasta el cartucho automáticamente.

Ese mes iba a pagar una fortuna en la factura de la munición.

Cuando, finalmente, llegué a mi destino, pulsé otro código y bloqueé la

puerta que acababa de franquear. Sabía que no disponía de mucho tiempo.

Por todo el edificio sonaban las alarmas y los miles de guardias PNJ

apostados en las plantas inferiores ya debían de estar subiendo para darme

caza.

Mis pasos resonaron en la habitación, que estaba desierta, salvo por un

gran búho plantado sobre un pedestal dorado. Me guiñó un ojo, silencioso,

mientras yo atravesaba la inmensa estancia, de dimensiones y aspecto

catedralicios, recreación perfecta de la oficina del fundador de la Tyrell

Corporation, Eldon Tyrell. Habían copiado con exactitud todos los detalles

de la película. Suelos de piedra pulida. Enormes columnas de mármol. Y, en

la pared que daba a poniente, un ventanal de suelo a techo que ofrecía unas

vistas sobrecogedoras del paisaje urbano que se extendía más allá.

Junto a él había una gran mesa de juntas y, sobre ella, la máquina

Voight-Kampff. Era del tamaño de un maletín y en la parte frontal tenía una

hilera de botones sin etiquetar, junto a tres pequeños monitores de datos.

Al acercarme y sentarme frente a la máquina, ésta se puso en marcha

sola. Un fino brazo robótico alargó un dispositivo circular que recordaba a

un escáner de retina, que se situó automáticamente sobre la pupila de mi ojo

derecho. En un costado de la máquina había encajado un pequeño fuelle que

empezó a subir y bajar, dando la impresión de que ésta respiraba.

Miré a mi alrededor, sin saber si algún PNJ con aspecto de Harrison Ford

aparecería para formularme las mismas preguntas a las que sometía a Sean

Young en la película. Llevaba memorizadas todas las respuestas, por si

acaso, pero transcurridos unos segundos, allí no sucedía nada. El fuelle de la

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