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formulado aquella pregunta muchas veces en entrevistas y él nunca la había

respondido. No sé por qué decidió sincerarse conmigo. Tal vez llevaba todos

esos años esperando el momento de contárselo a alguien.

—Fue por Kira, mi mujer. —Hizo una pausa, carraspeó y siguió

hablando—. Como yo, él también estaba enamorado de ella desde la época

del instituto. Jamás tuvo el valor de hacer nada al respecto, por lo que ella no

supo nunca cuáles eran sus sentimientos. Y yo tampoco. No me contó nada

hasta que volvimos a hablar, poco antes de su muerte. Incluso en ese

momento le costó comunicarse conmigo. A Jim no se le dio nunca muy bien

la gente, ni expresar sus emociones.

Asentí en silencio, y esperé a que continuara.

—Incluso después de que Kira y yo decidiéramos casarnos, creo que Jim

seguía albergando, de algún modo, la fantasía de que podría robármela. Pero

una vez que nos vio convertidos en marido y mujer, abandonó la idea. Me

dijo que había dejado de relacionarse conmigo porque estaba muy celoso.

Kira fue la única mujer a la que amó. —A Morrow le costaba hablar, tenía

un nudo en la garganta—. Entiendo que Jim sintiera lo que sentía. Kira era

muy especial. Era imposible no enamorarse de ella. —Me sonrió—. Tú

sabes bien qué es eso de conocer a alguien así, ¿verdad?

—Lo sé —admití. Y entonces, al ver que no añadía nada más, le dije—:

Gracias, señor Morrow. Gracias por contármelo.

—De nada —me dijo, al acercarse a su cabina.

La puerta corredera se abrió deslizándose silenciosamente. Vi que el

equipo que se adivinaba en su interior había sido modificado para incluir

varios componentes raros, entre ellos una consola personalizada de Oasis

para que pareciera una vieja Commodore 64. Se volvió para mirarme.

—Buena suerte, Parzival. Vas a necesitarla.

—¿Qué va a hacer usted? ¿Durante el combate?

—¡Sentarme a mirar, claro! —respondió—. Parece que ésta va a ser la

batalla más épica de toda la historia de los videojuegos.

Me sonrió por última vez, entró en la cabina y desapareció, dejándome

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