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ese truco, había podido comer algo e ir al baño un par de veces en las seis

horas anteriores.

Mientras me abría paso por la pantalla 255, la canción Pac-Man Fever

empezó a sonar a todo volumen en los altavoces de la sala de juegos. No

pude evitar una sonrisa. Estaba seguro de que aquélla tenía que ser una

bromita de Halliday.

Sin salirme de mi pauta de juego, que tan buenos resultados me había

dado, moví el joystick a la derecha, me metí por la puerta secreta, salí por el

lado contrario y descendí para comerme los últimos puntos que quedaban y

dejar la pantalla limpia. Aspiré hondo mientras el contorno del laberinto

azul parpadeaba y se volvía blanco. Y en ese instante la vi. Mirándome cara

a cara. La mítica pantalla partida. El final del juego.

Entonces, en el momento más inoportuno que pueda concebirse, una

alerta sobre La Tabla apareció en mi visualización, apenas unos segundos

después de que hubiera empezado a enfrentarme a la última pantalla.

Sobreimpresas en la pantalla de Pac-Man aparecieron las diez primeras

posiciones, y al mirarlas apenas un segundo supe que Hache se había

convertido en la segunda persona en encontrar la Llave de Jade. Su

puntuación había aumentado en diecinueve mil puntos, lo que lo situaba en

segundo lugar y me desplazaba a mí al tercero.

No sé cómo, pero milagrosamente logré mantener la calma y permanecí

concentrado en mi juego Pac-Man.

Agarré el joystick con más fuerza, negándome a que mi concentración se

esfumara. ¡Ya casi había terminado! Sólo tenía que obtener los últimos seis

mil setecientos sesenta puntos posibles del último laberinto mutilado y,

finalmente, alcanzaría la máxima puntuación.

Mi corazón latía al ritmo de la música cuando logré superar la mitad

intacta del laberinto. Acto seguido me aventuré en el árido terreno de la

mitad derecha, guiando a Pac-Man a través de la pixelada mermada

memoria del juego. Ocultos bajo todos aquellos residuos de imágenes y

grafismos aguardaban nueve bolitas con un valor de diez puntos cada una.

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