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llegaba a la cripta de Acererak, el cadáver viviente. Su aposento estaba lleno

de tesoros, pero si los tocabas, el rey Acererak, esqueleto viviente, aparecía

y te daba una paliza. Si, gracias a algún milagro, lograbas derrotar al zombi,

podías llevarte su tesoro y salir de la mazmorra. La búsqueda habría

culminado con éxito. Misión cumplida.

Si Halliday había recreado la Tumba de los Horrores tal como se

describía en el módulo, yo acababa de meterme en un gran lío. Mi avatar era

un pardillo de nivel 3 sin armas mágicas y con veintisiete miserables vidas.

Casi todas las trampas y los monstruos descritos en el módulo podían

matarme fácilmente. Y si, por algún motivo, conseguía vencerlos y llegar a

la cripta, el poderosísimo cadáver viviente me liquidaría en cuestión de

segundos; bastaba con que lo mirara.

En cualquier caso, contaba con algunos elementos a mi favor. En primer

lugar, no tenía gran cosa que perder. Si mi avatar moría, perdería mi espada,

mi escudo y mi armadura de cuero, además de los tres niveles que había

conseguido alcanzar en los años anteriores. Tendría que crearme un nuevo

avatar de nivel 1, que aparecería allí donde me había conectado por última

vez, es decir, frente a mi taquilla del colegio. Pero, una vez allí, siempre

podía volver a la tumba e intentarlo de nuevo. Una y otra vez. Cada noche.

Acumular puntos de experiencia y subir de nivel hasta averiguar, finalmente,

dónde se escondía la Llave de Cobre. (No existía nada parecido a una copia

de seguridad de los avatares. Los usuarios de Oasis sólo podían disponer de

un avatar a la vez. Los hackers usaban visores modificados para trucar sus

patrones de retina y crear segundas cuentas. Pero si los pillaban, los

expulsaban de Oasis para siempre, y les impedían participar en La Cacería

de Halliday. Y ningún gunter estaba dispuesto a correr ese riesgo.)

Otra de mis ventajas (al menos eso esperaba yo) era que sabía

exactamente qué iba a encontrarme una vez que entrara en la tumba, porque

el módulo me proporcionaba un mapa detallado del laberinto y me

informaba, además, de dónde estaban situadas las trampas y de cómo

desactivarlas o evitarlas. También sabía qué cámaras alojaban monstruos y

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