02.08.2021 Views

ready-player-one-ernest-cline

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

puestos en el momento de su creación. En Incipio no había gran cosa que

hacer, más allá de chatear con otros novatos o comprar en alguno de los

gigantescos centros comerciales virtuales que cubrían el planeta. Si querías

ir a algún lugar más interesante debías pagar la tarifa de teletransportación,

que costaba bastante dinero. Y yo no tenía dinero. De modo que mi avatar

estaba siempre varado en Incipio. Bueno, lo estuvo hasta que mi nueva

escuela me envió por e-mail un vale de teletransportación que cubría mi

desplazamiento hasta Ludus, el planeta donde se situaban todas las escuelas

públicas.

Había centenares de campus escolares en Ludus, repartidos

uniformemente por su superficie. Las escuelas eran idénticas, porque se

copiaba el mismo código de construcción y se «pegaba» allí donde se

necesitaba crear un nuevo centro escolar. Y dado que los edificios eran sólo

pedazos de software, su diseño no se veía condicionado por limitaciones de

presupuesto ni por leyes de la física. Cada colegio era un gran Palacio del

Aprendizaje, con sus pasillos de mármol pulido, sus aulas como catedrales,

sus gimnasios de gravedad cero y bibliotecas con todos los libros escritos en

el mundo (siempre que hubieran sido aprobados por la junta escolar).

Ya desde mi primer día en la EPO N.° 1873 me pareció que había muerto

y había ido al cielo. Por eso, en lugar de tener que atravesar un pasillo de

gamberros y drogadictos cada vez que iba a la escuela, lo que hacía era

meterme directamente en mi guarida y quedarme allí todo el día. Lo mejor

de todo era que, en Oasis, nadie sabía si era gordo, si tenía acné o si llevaba

la misma ropa vieja todas las semanas. Los gamberros no podían lanzarme

bolas de papel con saliva, ni tirar de la goma de mis calzoncillos hasta que

me llegaban a la cabeza, ni patearme contra el aparcamiento de bicicletas.

Allí nadie podía tocarme siquiera. Allí estaba a salvo.

Cuando llegué al aula de Historia Universal ya había varios alumnos

sentados en sus pupitres. Sus avatares permanecían inmóviles, con los ojos

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!