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RECLUTAMIENTO DE TRABAJO FORZOSO IOI.

A los otros reclutas y a mí nos bajaron del vehículo. Un escuadrón de

guardias de seguridad armados con rifles de aturdimiento nos esperaba para

custodiarnos. Nos quitaron las esposas. Después, un agente empezó a

someternos a un escaneado de retina mediante un aparato portátil. Contuve

la respiración cuando me lo acercó al ojo. A continuación, la unidad emitió

un pitido y él leyó en voz alta la información que aparecía en la pantalla:

«Lynch, Bryce. Veintidós años. Ciudadano con plenos derechos. Sin

antecedentes penales. Reclutamiento por impago de deudas.» Asintió y pulsó

una serie de iconos en su pizarra digital. Después me condujeron hasta una

habitación caldeada, bien iluminada, ocupada por otros nuevos reclutas.

Todos pasaban a través de un laberinto de cintas-valla, como si fueran niños

crecidos haciendo cola en medio de un parque de atracciones de pesadilla.

Parecía haber el mismo número de hombres que de mujeres, pero era difícil

determinarlo con exactitud. Casi todo el mundo compartía conmigo la

palidez del rostro y una falta total de vello corporal, y todos llevábamos los

mismos monos grises y zapatos de plástico. Se diría que éramos extras de

THX1138.

La cola desembocaba en una serie de controles de seguridad. En el

primero de ellos, a los reclutas se los sometía a un escaneado exhaustivo con

un Metadetector de última generación que garantizaba que nadie ocultara

dispositivos electrónicos, bien en la ropa, bien en el cuerpo. Mientras

esperaba mi turno, vi apartar a varios de la fila por llevar miniordenadores

subcutáneos o teléfonos activados por voz en los empastes de las muelas. Se

los llevaban a otra sala para extraérselos. Un tipo que me precedía en la cola

llevaba una consola Oasis en miniatura de la marca Sinatro en una prótesis

de testículo. Eso sí era tener huevos.

Una vez que hube pasado unos cuantos controles más, fui conducido a la

zona de pruebas, una sala gigantesca ocupada por centenares de cubículos

pequeños e insonorizados. Me sentaron en uno de ellos y me entregaron un

visor barato y un par de guantes hápticos más baratos todavía. Aquel equipo

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