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118 CAPÍTULO 5 Eficiencia y equidad
◆ ¿Es justo el mercado
competitivo?
Cuando ocurre un desastre natural, como una fuerte
tormenta invernal o un huracán, los precios de muchos
artículos esenciales se disparan. La razón es que algunas
personas generan una mayor demanda y tienen una
mayor disposición a pagar cuando la oferta de los
artículos es limitada. Por lo tanto, estos precios más
elevados logran una asignación eficiente de los recursos
escasos. Los informes noticiosos que hablan de estas
alzas de precio casi nunca mencionan la palabra eficiencia.
En lugar de ello, comentan sobre la equidad o la
justicia. Afirman que es injusto que los comerciantes,
en su búsqueda de mayores utilidades, se aprovechen
de las víctimas de desastres naturales.
De manera similar, cuando las personas menos calificadas
trabajan por un salario inferior a lo que la mayoría
consideraría un “salario de subsistencia”, los medios
de comunicación y los políticos sostienen que los empleadores
se aprovechan de sus trabajadores.
¿Cómo se decide si algo es justo o injusto? Usted sabe
cuando algo es injusto. Pero ¿en qué se basa para determinarlo?
¿Cuáles son los principios de la justicia?
Durante siglos, los filósofos han tratado de responder
esta pregunta; de hecho, los economistas también han
ofrecido sus respuestas. Pero antes de revisar las respuestas
que se han planteado, debe saber que ninguna de
ellas ha logrado el consenso universal.
Los economistas coinciden en lo que significa la eficiencia.
Es decir, están de acuerdo en que lo más sensato
es hacer el “pastel” económico tan grande como se pueda
y “cocinarlo” al costo más bajo posible. En lo que no
todos están de acuerdo es en la interpretación del concepto
de equidad. Es decir, no están de acuerdo en
cuáles son las porciones justas del pastel económico
que habrán de repartirse entre todas las personas que
contribuyen en su preparación. La razón es que las ideas
relacionadas con la justicia no son sólo económicas, sino
también políticas, éticas y religiosas. No obstante, los
economistas han reflexionado en torno a estos temas y
ofrecen una contribución a los mismos. Examinemos
esos puntos de vista.
Para reflexionar en la justicia, imagine que la vida económica
es como un juego, pero uno muy serio. Todas
las ideas sobre la justicia pueden dividirse en dos grandes
grupos:
■ No hay justicia cuando el resultado no es justo.
■ No hay justicia cuando las reglas no son justas.
No hay justicia cuando el resultado no
es justo
Los primeros esfuerzos por establecer un principio de
justicia se basaban en el punto de vista de que el resultado
es lo que importa. La premisa general es que si los
ingresos de las personas son demasiado desiguales, hay
injusticia. En otras palabras, es injusto que los presidentes
de bancos ganen millones de dólares por año mientras
que los cajeros sólo reciben algunos miles de dólares
anuales. Es injusto que el propietario de un almacén disfrute
de grandes beneficios y sus clientes paguen abultados
precios después de una tormenta de nieve.
En el siglo XIX se generó un enorme entusiasmo
cuando los economistas afirmaron haber llegado al
increíble descubrimiento de que para lograr la eficiencia
se requiere equidad en la distribución de los ingresos.
Según ellos, para conseguir que el pastel económico
sea tan grande como se pueda, debe cortarse en
porciones iguales, una para cada persona. Esta idea
resultó incorrecta, pero como contiene una lección
importante, vale la pena analizarla más a fondo.
Utilitarismo La idea del siglo XIX de que sólo la equidad
podría dar lugar a la eficiencia recibe el nombre de utilitarismo.
El utilitarismo establece que debemos luchar por
alcanzar “la mayor felicidad para el mayor número de
personas”. A la gente que desarrolló esta idea se le conoció
como utilitaristas. Entre ellos se incluían la mayoría
de los pensadores más eminentes, como Jeremy
Bentham y John Stuart Mill.
Los utilitaristas afirmaban que para lograr “la mayor
felicidad para el mayor número de personas”, el ingreso
debía transferirse de los ricos a los pobres hasta un punto
en que se consiguiera una completa equidad; en otras
palabras, hasta que ya no hubiera ricos ni pobres.
Su razonamiento era éste: en primer lugar, todos tenemos
los mismos deseos básicos y una capacidad similar
para disfrutar de la vida. En segundo, cuanto más
grande es el ingreso de una persona, más pequeño es
el beneficio marginal por unidad monetaria. La última
moneda gastada por una persona rica le proporciona
un beneficio marginal menor que el beneficio marginal
de la última moneda gastada por una persona pobre.
Por lo tanto, al transferir el dinero de un millonario
a una persona pobre se gana más de lo que se pierde
y las dos personas en conjunto están en una mejor
situación.
La figura 5.7 ilustra esta idea utilitaria. Tomás y
Pablo tienen la misma curva de beneficio marginal, BM.
(El beneficio marginal se mide en la misma escala de
1 a 3 en ambos casos.) Tomás está en el punto A, gana
5 mil dólares al año y su beneficio marginal por unidad
de ingreso es de 3. Pablo está en el punto B; gana 45 mil
dólares por año y su beneficio marginal por unidad de
ingreso es de 1. Si se transfiere una unidad de ingreso
de Pablo a Tomás, Pablo pierde 1 unidad de beneficio
marginal mientras que Tomás gana 3 unidades, de tal
forma que, en conjunto, Tomás y Pablo están en una
mejor situación. Están compartiendo el pastel económico
de manera más eficiente. Si se transfiere una segunda
unidad de ingreso ocurre lo mismo: Tomás gana
más de lo que Pablo pierde. Lo mismo es verdad por
cada unidad de ingreso transferida hasta que ambos
alcanzan el punto C. En el punto C, Tomás y Pablo
tienen 25 mil dólares cada uno y el beneficio marginal