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se extiende a nuevas áreas como el

medio ambiente, la protección de la

propiedad intelectual y las reglas de

inversión.

Junto con la búsqueda de un comercio

libre multilateral han surgido acuerdos comerciales

bilaterales como el TLC y la UE. ¿Cómo ve usted las zonas

de libre comercio bilateral en el mundo actual?

Por desgracia, hoy en día ha habido una explosión

de zonas de libre comercio bilateral. Según ciertos

cálculos, entre las que ya existen y otras que se están

estableciendo, ¡el número ronda las 400! Cada acuerdo

bilateral da un trato preferente al socio comercial sobre

otros países. Debido a que hay ahora tantos acuerdos

bilaterales, como entre Estados Unidos e Israel y entre

Estados Unidos y Jordania, el resultado es un caos de

aranceles muy distintos, dependiendo de dónde provenga

el producto. Además, se deben establecer “reglas de

origen” para determinar si un producto es, por decir,

de Jordania o de Taiwán; si Jordania califica para un

arancel preferente, pero Taiwán no; o si el producto

jordano contiene algún insumo de Taiwán.

He denominado a esta mezcla resultante de

preferencias y reglas de origen el problema de la

“olla de espagueti”. El sistema de comercio mundial

se está asfixiando bajo estos acuerdos bilaterales cada

vez más numerosos. Esta complejidad contrasta con

la simpleza de un sistema multilateral de aranceles

comunes para todos los miembros de la OMC.

Tenemos ahora un mundo de políticas comerciales

no coordinadas e ineficientes. La UE establece acuerdos

de libre comercio bilateral con diferentes países que no

pertenecen a ella, en tanto que Estados Unidos sigue

con sus propios acuerdos bilaterales. Y si Europa y

Estados Unidos lo hacen, los países asiáticos, apegados

desde hace mucho tiempo al multilateralismo, ahora

han sucumbido a esta manía.

Si, en lugar de eso, Estados Unidos hubiera ejercido

su liderazgo para redactar reglas que dificultaran la firma

de esos acuerdos bilaterales, esta plaga del sistema

comercial actual habría podido evitarse.

A pesar de los beneficios que, según la economía, se obtienen

del libre comercio multilateral, la principal organización

que persigue este objetivo, la OMC, la está pasando bastante

mal debido al movimiento contra la globalización.

Tenemos ahora un mundo

de políticas comerciales no

coordinadas e ineficientes.

¿Qué podemos decir sobre la globalización

que coloque a la OMC y a su trabajo en

la perspectiva adecuada?

El movimiento contra la globalización

integra a grupos muy diversos de activistas.

En esencia, todos dicen estar

interesados en el fenómeno de la globalización, pero

hay quienes desean enterrarle una estaca al sistema,

como en las películas de Drácula, y también los que desean

ejercer su influencia en el sistema. Ambos grupos

desean ser escuchados. Durante cierto tiempo, ambos

grupos de críticos participaban de manera conjunta,

buscando alguna oportunidad en conferencias internacionales

como la reunión de la OMC que se llevó a cabo

en noviembre de 2000 en Seattle, donde estallaron los

disturbios. Ahora las cosas se han calmado y los grupos

que desean trabajar de manera sistemática y seria para

mejorar el funcionamiento de la economía global están

teniendo una participación más activa.

Pero la OMC también es considerada, en forma

inexacta las más de las veces, como una organización

que sólo impone sanciones comerciales e ignora asuntos

como la protección ambiental. Por ejemplo, la legislación

estadounidense prohíbe la importación de camarón

que se atrapa sin el uso de dispositivos para alejar a las

tortugas. Aunque la India y otros países protestaron, la

OMC respaldó la legislación estadounidense. Ignorantes

de los hechos, ¡los manifestantes salieron a las calles

vestidos como tortugas para protestar por la decisión

de la OMC!

¿Qué consejo le daría a un estudiante que empieza a estudiar

economía? ¿Es la economía una buena materia en la

que valga la pena especializarse?

Yo diría que lo es en gran medida. En particular, los

economistas aportamos tres ideas específicas para la

formulación adecuada de las políticas:

Primero, los economistas buscamos los efectos subsecuentes

de las acciones.

Segundo, señalamos correctamente que una política

no puede juzgarse sin tener un punto de comparación.

De ahí la broma de que cuando a una economista se

le pregunta cómo está su esposo, ella contesta:

“¿comparado con quién?”

Y tercero, integramos de manera única y sistemática

el principio de costos y beneficios sociales a nuestro

análisis de política.

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