Los tiempos del cuidado - Imserso
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LOS TIEMPOS DEL CUIDADO<br />
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1981). La percepción de la carga de <strong>cuidado</strong> es distinta según la posición que ocupan los <strong>cuidado</strong>res<br />
en la familia (Call et al., 1999), pero la revisión de la literatura muestra que no hay consenso sobre la<br />
relación entre posición familiar y costes <strong>del</strong> <strong>cuidado</strong>.<br />
Aunque la mayoría de los estudios concluyen que los cónyuges y sobre todo las esposas experimentan<br />
más angustia y estrés que los hijos que cuidan, también se ha afirmado que las hijas están más<br />
angustiadas que los cónyuges <strong>cuidado</strong>res (Raschick & Ingersoll-Dayton, 2004). Montoro Rodríguez<br />
(1999) observó que los cónyuges asumen una mayor carga objetiva que los hijos <strong>cuidado</strong>res, pero que<br />
éstos perciben más demandas de <strong>cuidado</strong> que los cónyuges. En este sentido, Otero et al. (2006) hallaron<br />
que los cónyuges percibían menor carga de <strong>cuidado</strong>s que los hijos, a pesar de que los primeros<br />
tenían peor estado de salud y peor situación socioeconómica que los segundos. Raschick (2004), por<br />
su parte, rechazó la hipótesis de que los cónyuges <strong>cuidado</strong>res tengan más costes <strong>del</strong> <strong>cuidado</strong> que los<br />
hijos.<br />
Para algunos, las relaciones de <strong>cuidado</strong> de hijos a padres es más problemática que la relación de <strong>cuidado</strong><br />
entre cónyuges (Kahana & Young, 1990). No está claro si la percepción <strong>del</strong> <strong>cuidado</strong> como un problema<br />
no deriva de la visibilidad de ambas situaciones: a ojos de la investigación social, las consecuencias<br />
<strong>del</strong> <strong>cuidado</strong> entre cónyuges son mucho más opacas.<br />
Call et al. (1999) hallaron que la carga de <strong>cuidado</strong> de los cónyuges <strong>cuidado</strong>res estaba más afectada por<br />
necesidades emocionales que en el caso de los hijos. En la misma línea, Raschick encontró que las esposas<br />
<strong>cuidado</strong>ras requieren en mayor medida el apoyo emocional <strong>del</strong> receptor <strong>del</strong> <strong>cuidado</strong>. Esto puede<br />
deberse a: (1) que las mujeres han <strong>cuidado</strong> siempre de sus esposos, por lo que valoran la reciprocidad<br />
en los últimos años de su vida, y (2) que con frecuencia las esposas están aisladas socialmente cuando<br />
han de cuidar a sus maridos dependientes, por lo que valoran más la calidad de sus escasas relaciones<br />
sociales (Raschick, 2004). A pesar de ello, los hijos también demandan que sus padres contribuyan de<br />
algún modo a su propio <strong>cuidado</strong>. Cuando los padres no corresponden con una mínima deferencia, las<br />
relaciones intergeneracionales se tensan, y los hijos ponen mayores límites a su apoyo. Para Pyke, estos<br />
hallazgos indican que la teoría <strong>del</strong> intercambio social es válida para interpretar las relaciones intergeneracionales<br />
y el <strong>cuidado</strong> informal (1999).<br />
<strong>Los</strong> hijos <strong>cuidado</strong>res suelen percibir más recompensas subjetivas por cuidar que los cónyuges: experimentan<br />
una intensificación de su relación con sus padres que no sucede en el caso de los cónyuges<br />
(Raschick & Ingersoll-Dayton, 2004), y en muchas ocasiones sienten que tienen la oportunidad de<br />
devolver la deuda de haber sido criados (Walker, Pratt & Oppy, 1992). Las esposas, por su parte, tienen<br />
interiorizado el <strong>cuidado</strong> como una responsabilidad que deben realizar y no como algo que merece<br />
especial reconocimiento. En cambio, para las hijas el <strong>cuidado</strong> de sus padres sobrepasa las expectativas<br />
sociales, pues su rol social primario contiene obligaciones con respecto al <strong>cuidado</strong> de sus hijos y pareja,<br />
pero no de sus padres. En este sentido, algunos autores sugieren que la relación entre padres e hijos<br />
queda fuera <strong>del</strong> círculo de intimidad, cuyas relaciones se caracterizan por haber sido elegidas voluntariamente<br />
(Giddens 1995, en Pérez Ortiz, 2006). De acuerdo con este planteamiento, las relaciones con