Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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Nuestro héroe llegó a <strong>la</strong> capital en horas de <strong>la</strong> madrugada, cuando<br />
todavía <strong>la</strong>s luces enga<strong>la</strong>naban <strong>la</strong> gran ciudad. Pronto se apagarían, <strong>para</strong><br />
anunciar <strong>la</strong> llegada de un radiante amanecer. Tolstoi se emocionó,<br />
recordó <strong>la</strong> época cuando había venido con su padre. Cumplía así lo prometido:<br />
viviría en <strong>la</strong> capital. Se levantó del asiento del autobús y notó<br />
que había una se<strong>para</strong>ción en <strong>la</strong> iluminación; <strong>la</strong> ciudad estaba dividida<br />
entre <strong>la</strong>s luces de arriba y <strong>la</strong>s luces de abajo. En ese instante decidió que<br />
él viviría en <strong>la</strong> ciudad de <strong>la</strong>s luces de abajo.<br />
Tolstoi llegó al terminal de autobuses; de inmediato, agarró <strong>la</strong> maleta<br />
y fue en busca de un hotel. Como desconocía todo lo que se refería a hospedaje<br />
en <strong>la</strong> ciudad se dispuso a vivir en una de <strong>la</strong>s pensiones próximas al<br />
terminal. Fue allí donde empezaron los problemas de nuestro amigo.<br />
Tolstoi, una vez ubicado en el cuarto de su nueva residencia se dispuso<br />
a dormir en espera del alba, con <strong>la</strong> finalidad de buscar trabajo o<br />
alguna colocación. Al levantarse, saboreó <strong>la</strong>s primeras hieles de <strong>la</strong> decepción;<br />
parte de su dinero y de su equipaje había desaparecido. Como de<br />
costumbre, hizo <strong>la</strong>s rec<strong>la</strong>maciones de rigor, fue a <strong>la</strong> policía a denunciar el<br />
hurto, pero como ocurre en esos casos, todo quedó en <strong>la</strong> nada.<br />
Tolstoi, un hombre de campo, no se ami<strong>la</strong>nó por ese pequeño<br />
avatar que se le había presentado en el camino y de inmediato comenzó<br />
su peregrinaje hacia <strong>la</strong> jung<strong>la</strong> de cemento <strong>para</strong> él desconocida.<br />
¿Qué podemos decir del trabajo que pasó el pobre hombre? ¿Qué<br />
podía hacer un agricultor, un hombre del campo, en una ciudad que le<br />
era hostil? Nuestro personaje desempeñó los trabajos más variados:<br />
caletero, operador de carritos en automercados, limpiador de carros,<br />
cargó mercancías de comerciantes árabes <strong>para</strong> vender a domicilio, vendió<br />
<strong>perro</strong>s calientes. En fin, cualquier oficio en que se pudiese <strong>la</strong>borar<br />
en <strong>la</strong> en <strong>la</strong> ciudad, ese lo desempeñó Tolstoi.<br />
El letrado agricultor compartió su trabajo sólo con su trabajo, sólo<br />
a ello se dedicaba y no tenía ningún vicio. Alguna que otra vez compraba<br />
un libro <strong>para</strong> enriquecer su bienhab<strong>la</strong>do vocabu<strong>la</strong>rio. Fue tal su<br />
riqueza en el hab<strong>la</strong>, que sus compañeros de oficio lo l<strong>la</strong>maban el “filósofo”,<br />
no porque cultivara tal disciplina, sino porque era muy poco lo<br />
que entendían cuando el agricultor conversaba y compartía con ellos <strong>la</strong>s<br />
horas de descanso.<br />
Su dedicación al trabajo permitió que se hiciese de cierta cantidad<br />
de dinero <strong>para</strong> alqui<strong>la</strong>r una casa, no en <strong>la</strong> zona de <strong>la</strong>s luces bajas como él<br />
deseaba, sino en <strong>la</strong> otra, en aquel<strong>la</strong> donde los hombres y mujeres tienen<br />
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