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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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movimientos. Revisaba los recibos de <strong>la</strong>s tarjetas de créditos que llegaban<br />

al apartamento. De esta manera se torturaba, enterándose de los<br />

gastos que hacía el gran seductor, disfrutando éste del dinero que el<br />

padre y el<strong>la</strong> aportaban. Lo peor del caso era, que sus progenitores, como<br />

buenos católicos, se oponían al divorcio de <strong>la</strong> hija. Había que guardar <strong>la</strong>s<br />

apariencias ante <strong>la</strong> augusta sociedad donde se desenvolvían y por lo<br />

tanto, su única hija debía sacrificarse en aras del buen nombre de <strong>la</strong><br />

familia, manteniendo el juramento que hizo frente al altar. Verónica no<br />

durmió durante muchas noches, se mantenía en ve<strong>la</strong> esperando el regreso<br />

del marido. Cuando finalmente el infiel regresaba al hogar, el<strong>la</strong>,<br />

como perra cazadora, olía todas sus prendas, tanto <strong>la</strong>s externas como<br />

íntimas. De esta manera se enteraba de <strong>la</strong>s marcas de los perfumes que<br />

usaban <strong>la</strong>s amantes de su querido esposo.<br />

Un domingo recibí una l<strong>la</strong>mada de Verónica <strong>para</strong> decirme que se<br />

iba <strong>para</strong> España; debía arreg<strong>la</strong>r algo re<strong>la</strong>tivo a su trabajo con una de <strong>la</strong>s<br />

editoriales <strong>para</strong> <strong>la</strong> cuales prestaba servicios. Me confió, que le diría al<br />

marido una fecha de regreso pero <strong>la</strong> ade<strong>la</strong>ntaría, quería sorprenderlo en<br />

sus infidelidades. Por una parte, disfruté de <strong>la</strong> noticia del viaje de mi<br />

amiga, pensé que le serviría de provecho <strong>para</strong> que, por un tiempo se alejara<br />

de Narciso, el hombre que tanto daño le había ocasionado. Pero no<br />

dejaba de embargarme una gran preocupación; presagiaba un contratiempo<br />

una vez que regresara. Verónica partió al día siguiente.<br />

El infortunio, <strong>la</strong> desgracia y <strong>la</strong> ma<strong>la</strong> suerte parece que siempre<br />

viajan juntos, en espera de entrar a <strong>la</strong> casa del menos afortunado. Estas<br />

desdichas, formaron parte del equipaje de los padres de Verónica,<br />

quienes venían en un avión proveniente de Ing<strong>la</strong>terra. Ambos querían<br />

realizar una visita inesperada a su hija <strong>para</strong> colmar<strong>la</strong> de dicha. Desconocían<br />

del repentino viaje de ésta.<br />

Narciso, como buen za<strong>la</strong>mero, hizo ga<strong>la</strong> de su poder persuasivo.<br />

Los envolvió en una amena conversación e impidió que sus suegros se<br />

marcharan a un hotel. Le ofreció su casa, en espera de <strong>la</strong> pronta llegada<br />

de Verónica y así darle a el<strong>la</strong> <strong>la</strong> gran sorpresa.<br />

Verónica, tal como me lo había informado llegó en <strong>la</strong> madrugada,<br />

dos días antes de lo prometido a Narciso. Se dirigió a su hogar cansada<br />

y trasnochada. Una vez allí, introdujo <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ve con cuidado, tratando de<br />

no hacer ruido <strong>para</strong> no despertar a su marido. Acudió sigilosamente a<br />

su alcoba, abrió y cerró <strong>la</strong> puerta evitando cualquier sonido. Tal como<br />

lo imaginaba, allí encontró dos cuerpos refoci<strong>la</strong>dos impúdicamente en<br />

JUSJ<br />

`ìÉåíçë é~ê~ Åçåí~ê

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