Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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que le daba <strong>la</strong> soledad. Sacó de su maletín su cuaderno de notas y nuevamente<br />
se puso a pensar y a escribir. En ese momento, todos los asistentes<br />
a <strong>la</strong> reunión le observaron y como si fuera un solo pensamiento que<br />
vagaba entre los efluvios del alcohol y el humo del tabaco que inundaba<br />
<strong>la</strong> sa<strong>la</strong>, pensaban en su interior: “Ha nacido un genio”. Como una<br />
muestra de respeto a su condición prefirieron no interrumpirlo. No faltó<br />
entre los asistentes uno de esos intelectuales que merodean estos eventos,<br />
de alta significación <strong>para</strong> <strong>la</strong> vida política de <strong>la</strong> nación, que pronunciara<br />
ciertas pa<strong>la</strong>bras de ha<strong>la</strong>go:<br />
—Tal como dijo el gran poeta mejicano Jorge Cuesta: “Su fecundidad<br />
está en su silencio”.<br />
Mientras todos los amigos del senador se despedían, Andrés Luciano<br />
permaneció apartado del grupo, con su bolígrafo y cuaderno de<br />
notas. Algunos, destacados en eso de <strong>la</strong>s lisonjas, le reiteraban al ocupante<br />
de <strong>la</strong> curul:<br />
—Senador, no descuide a ese muchacho, en él tenemos un futuro<br />
líder tercermundista. Por algo por sus venas circu<strong>la</strong> sangre de los<br />
Vaamondes.<br />
El congresista correspondía a tales encomios agarrándose <strong>la</strong>s elásticas<br />
con los pulgares y observaba a su hijo con orgullosa sonrisa.<br />
El senador se propuso a cooperar con <strong>la</strong> formación universitaria de<br />
Andrés. Evitó cualquier otra motivación <strong>para</strong> su hijo que no fueran los<br />
estudios y <strong>la</strong>s reuniones políticas adonde lo conducía con frecuencia.<br />
Cuando se encontraba en dichos eventos, <strong>la</strong>s primeras frases que salían<br />
de su boca eran <strong>la</strong>s siguientes: “Aquí está mi gallito de espue<strong>la</strong>s doradas”.<br />
Todos los asistentes se solidarizaban con tal afirmación con un movimiento<br />
de cabeza. Mientras ello ocurría, Andrés Luciano buscaba un<br />
sitio apartado de los contertulios, necesitaba pensar y escribir en su cuaderno<br />
de notas. Buscaba en <strong>la</strong> soledad <strong>la</strong> facundia del genio. El padre le<br />
dijo a uno de los asistentes:<br />
—No lo molestemos más. Está trabajando en el proyecto.<br />
Andrés Luciano tuvo, en todas <strong>la</strong>s asignaturas, profesores particu<strong>la</strong>res<br />
que lo llevaron de <strong>la</strong> mano <strong>para</strong> que aprobara los exámenes parciales<br />
y finales. No se podía decir que era un alumno bril<strong>la</strong>nte, sus notas<br />
promedio siempre estuvieron muy cerca de <strong>la</strong> reprobación. El padre lo<br />
comprendía —el proyecto le absorbe de tal manera que no puede dedicarle<br />
el tiempo requerido a los estudios—. Una vez que los profesores<br />
JOPVJ<br />
El proyecto de un connotado ciudadano