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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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que un grano de arena en <strong>la</strong> inmensidad del universo. Me he liberado,<br />

emancipándome de este mundo y de <strong>la</strong>s personas arrogantes que tienen<br />

enferma <strong>la</strong> sociedad”. No puedo negar <strong>la</strong> sorpresa que albergué dentro<br />

de mí al advertir lo cerca que el amigo estaba de <strong>la</strong> santidad. No tuve<br />

pa<strong>la</strong>bras, arrancadas del mundo terrenal donde vivía, <strong>para</strong> refutar <strong>la</strong>s<br />

suyas muy espirituales. Solo restó decirle: “Yo también experimento<br />

esa sensación de libertad, soy un hombre libre. Cuando tengo un problema<br />

y tengo dinero, acudo a un centro comercial, gasto y compro lo<br />

que necesito —noté <strong>la</strong> sonrisa sacrosanta de mi interlocutor y continué<br />

<strong>la</strong> perorata—; cuando llevo en <strong>la</strong> cartera mis tarjetas de crédito y en mis<br />

manos unas bolsas llenas de productos de marca, siento como si estuviera<br />

escapado del bolsillo a Dios. Tengo <strong>la</strong> certeza que el dinero nos<br />

concede esa libertad tan anhe<strong>la</strong>da”. Tuve que despedirme del amigo<br />

porque <strong>la</strong> tecnología, por medio del celu<strong>la</strong>r, obligaba a socorrer a una<br />

paciente, quien acababa de informarme que uno de sus senos artificiales<br />

se había desinf<strong>la</strong>do. Escuché, casi en tono premonitorio, <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras de<br />

despedida de mi amigo sacerdote, mientras se alejaba: “La libertad, tal<br />

como <strong>la</strong> vida, es una enfermedad de <strong>la</strong>s personas, <strong>la</strong> cual se cura con <strong>la</strong><br />

muerte”.<br />

En <strong>la</strong> actualidad estoy de reposo víctima de un atentado. En días<br />

pasados se pretendió acusar a uno de los dirigentes del partido de<br />

corrupción. Como se sabe <strong>la</strong> libertad tiene muchos detractores, por lo<br />

que <strong>la</strong> dirección regional obligó a sus militantes a defender <strong>la</strong> bandera y<br />

<strong>la</strong> doctrina de <strong>la</strong>s que nos sentíamos orgullosos. Había que erradicar<br />

cualquier intento de resquebrajar <strong>la</strong> unión que nos hacía fuerte. Para<br />

esto convocaron a una manifestación frente al Ministerio de Justicia,<br />

como forma de protesta, haciendo uso de <strong>la</strong> libertad de expresión de<br />

cualquier país democrático. Durante <strong>la</strong> concentración se produjo un<br />

zafarrancho provocado por nuestros enemigos y en eso, sonó un disparo<br />

que fue a dar en mi humanidad. Recibí un tiro en el muslo con orificio<br />

de entrada y salida que obligó mi tras<strong>la</strong>do a un centro hospita<strong>la</strong>rio.<br />

Fui muy bien atendido en <strong>la</strong> clínica y lo único que le pedí al médico<br />

fue que no se preocu<strong>para</strong> por <strong>la</strong> cicatriz, que no me hiciera una excelente<br />

sutura. Deseaba, con fervor revolucionario, mostrarle al mundo <strong>la</strong><br />

huel<strong>la</strong> que había quedado en mi pierna como consecuencia de mis<br />

luchas por <strong>la</strong> libertad individual. Estoy deseoso de quitarme el es<strong>para</strong>drapo<br />

<strong>para</strong> enseñar con orgullo a <strong>la</strong> familia y a los amigos <strong>la</strong> mácu<strong>la</strong><br />

dejada en mi cuerpo. Como fiel creyente de los legados de <strong>la</strong> revolución<br />

JNRUJ<br />

`ìÉåíçë é~ê~ Åçåí~ê

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