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Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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miembros. Como ven ustedes, cada día me hacía más libre dentro de<br />

una sociedad democrática.<br />

Debo resaltar que además de mi familia, <strong>la</strong> militancia política, el<br />

ejercicio religioso, <strong>la</strong> colegiatura profesional y demás etcéteras, también<br />

era, desde muy joven, adicto a <strong>la</strong> televisión y a <strong>la</strong>s computadoras. A<br />

través de estos tuve acceso a los mejores productos; convirtiéndome en<br />

un asiduo consumista de <strong>la</strong>s reconocidas marcas de zapatos, ropa,<br />

relojes y pare usted de <strong>contar</strong>. Además de mi permanencia durante<br />

<strong>la</strong>rgas horas, frente a <strong>la</strong> computadora, a través de Internet, tuve acceso a<br />

<strong>la</strong>s últimas noticias científicas, económicas, políticas, etc. Ahora estaba<br />

seguro de ser un hombre bien informado. Por todo lo anterior, podía<br />

ufanarme de sentirme como consejero de Dios. Experimentaba y disfrutaba<br />

cada día, de manera orgullosa y gozosa, mi libertad individual.<br />

El conseguir una novia <strong>para</strong> mí no fue catastrófico. Mis padres<br />

resolvieron ese problema con una joven de buena estirpe. El<strong>la</strong> era hija<br />

de unos amigos que frecuentaban nuestra casa, así como nosotros <strong>la</strong> de<br />

ellos. El connubio fue concertado entre <strong>la</strong> familia de mi padre y <strong>la</strong> de mi<br />

futura cónyuge. Esta es una tradición que se ha mantenido durante<br />

muchos años y yo, como amante de <strong>la</strong> libertad, acepté sin protestar<br />

cuando mis progenitores me lo informaron. El matrimonio se realizó<br />

de acuerdo —en <strong>la</strong> misma iglesia—, con <strong>la</strong> misma normas de etiqueta,<br />

tal como lo habían hecho los abuelos y luego mis padres. Era parte de <strong>la</strong><br />

tradición familiar<br />

Como era de esperar, Empédocles se convirtió en un hombre sumiso<br />

y religioso, incapaz de tomar decisiones por él mismo. A pesar de<br />

los consejos que le daba, se empeñó en seguir el camino equivocado y yo<br />

<strong>la</strong> vía de mi libertad individual, esto me haría crecer como profesional,<br />

como futuro esposo y como persona. Esta manera de actuar permitiría<br />

forjar una familia, con los mismos valores que tremo<strong>la</strong>ron los pendones<br />

libertarios de <strong>la</strong> vetusta y heroica revolución francesa.<br />

Cierta vez encontré a Empédocles en una de <strong>la</strong>s calles de <strong>la</strong> ciudad.<br />

Me sorprendió cuando lo observé vestido con el alzacuello clerical y<br />

una <strong>la</strong>rga sotana. Sonrió al notar en mi cara una mezc<strong>la</strong> de exultación y<br />

de asombro. Luego del cordial saludo manifestó con voz sacerdotal<br />

“Me he liberado de los apetitos carnales y de <strong>la</strong>s tentaciones del mundo<br />

material. Cuando tengo un problema acudo a <strong>la</strong> catedral, rezo y le<br />

pido a Dios. Ante <strong>la</strong> magnificencia del templo y <strong>la</strong> grandiosidad del<br />

Señor, advierto lo pequeño y lo débil de los humanos. No somos más<br />

JNRTJ<br />

Libertad

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