Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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JUUJ `ìÉåíçë é~ê~ Åçåí~ê Saliendo del hospital miré un gran crucifijo que estaba colocado en la entrada para recibir y despedir a los pacientes que ingresan al hospital. Me acerqué y miré su rostro bondadoso, como suelen dibujarlo y esculpirlo. Sentí rabia con el hijo de Dios y le pregunté: “¿Por qué siempre muestras tu lado iracundo y no nos brindas con acciones tu parte bondadosa? ¿Por qué castigaste a Verónica de esta manera si lo único que hizo fue amar desmesuradamente a Narciso? ¿Es que acaso el amor es un pecado?” Miré fijamente los ojos de la imagen de yeso, al no obtener respuesta abandoné el hospital con una gran pena que agobiaba mi alma. ã~óç OMMN
Los héroes de mi patria Buscando entre los materiales de estudio para mi grado de sociólogo encontré uno que nunca utilicé. Quizás, por considerarlo de poca utilidad o tal vez, porque se perdió en el olvido, como suele suceder con ciertas situaciones a las que uno no les da la importancia que merecen. Recuerdo que el trabajo se refería la problemática del hacinamiento de nuestras cárceles. Para realizar tal monografía obtuve el permiso de permanencia en una de las prisiones de la capital. Parte de este material está recopilado en mi libreta de anotaciones y en varios casetes grabados donde refiero el caso de Nemesio González. —¿Así que, licenciado, usted está buscando material para escribir sobre la vida en esta cárcel? —de esta manera comenzaba la grabación que tenía en mi equipo de sonido y que nuevamente volví a escuchar. «Escríbalo ahí, licenciado. Le voy a contar mi historia, quizás le parezca algo interesante. Mi nombre es Nemesio González, así nada más, sin ningún otro apellido, como la mayoría de las personas nacidas en el Valle de San Pedro. Allá todos tenemos un solo apellido y ¿para qué más? Con uno solo basta. Tengo treinta y cuatro años de los cuales diez los he pasado en esta apestosa prisión y por lo visto, moriré en esta. A los diecisiete años me reclutaron para llevarme al cuartel. UV
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