Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
JNVTJ<br />
La muerte de mi gran amor<br />
un “homus eroticus cibernético” quien satisfacía el mandato de <strong>la</strong>s hormonas<br />
mediante <strong>la</strong> autocompalcencia digital.<br />
Todo funcionó a <strong>la</strong> perfección durante muchos años, hasta que<br />
llegó <strong>la</strong> ruina de mi vida, evidentemente <strong>la</strong> felicidad no es duradera, sino<br />
que es un simple momento, que se nos puede escapar en breve tiempo.<br />
Cierto día, cuando pre<strong>para</strong>ba el menú de mi almuerzo <strong>para</strong> ordenarlo<br />
al restaurán, observé que en <strong>la</strong> pantal<strong>la</strong> aparecían algunos caracteres<br />
e informaciones que no pertenecían a ninguno de mis archivos de<br />
mi disco duro, ni siquiera a mi archivo personal, del cual únicamente yo<br />
conocía <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ve. Mi sorpresa fue grande al pensar que Domiti<strong>la</strong> se había<br />
enfermado. En mis lecturas sobre los temas de computadores había<br />
leído sobre los l<strong>la</strong>mados “virus” que atacaban estas máquinas. A pesar de<br />
mis celos —el pensar que otras manos, diferentes a <strong>la</strong>s mías fueran a<br />
tocar a mi fiel amiga, me volvía loco—, decidí l<strong>la</strong>mar un especialista; es<br />
decir, un técnico, <strong>para</strong> que auscultara mi adorada y descubriera <strong>la</strong> enfermedad<br />
que <strong>la</strong> aquejaba. Si era posible debía re<strong>para</strong>r<strong>la</strong> rápidamente.<br />
Afortunadamente el técnico llegó sin di<strong>la</strong>ción, lo conduje a mi<br />
estudio y le mostré a Domiti<strong>la</strong>. El especialista colocó el maletín en el<br />
suelo. Cerré mis ojos al ver que otras manos estaban manoseando y<br />
profanando el cuerpo de mi compañera de vida. Mis ojos se llenaron de<br />
ira y de dolor. No podía ser que en mi presencia manos ajenas, pecadoras<br />
e inescrupulosas, posaran sus dedos de manera descarada en <strong>la</strong>s<br />
tec<strong>la</strong>s de mi Domiti<strong>la</strong>. Abrí mis ojos cuando el usurpador manifestó:<br />
—No se preocupe señor, lo que le pasa a su máquina es que ha sido<br />
penetrada por otro sistema.<br />
No había terminado de hab<strong>la</strong>r cuando de una manera estridente y<br />
estentórea, con <strong>la</strong> boca y los ojos abiertos hasta el máximo, grité:<br />
—Mi Domiti<strong>la</strong> ha sido “penetrada” por otro —<strong>la</strong> angustia y desesperación<br />
debió ser tan manifiesta, que ante tal exc<strong>la</strong>mación, el técnico<br />
agarró su maletín y prácticamente salió corriendo del edificio; no sin<br />
antes dejar una factura por 38 $. No había terminado de salir de mi<br />
asombro cuando observé con detenimiento <strong>la</strong>s dos primeras cifras de <strong>la</strong><br />
factura. Era <strong>la</strong> venganza de mi ex mujer.<br />
Mi dolor y mi pesar duraron mucho tiempo. Casi no podía recuperarme<br />
al pensar que mi Domiti<strong>la</strong> había sido “penetrada” por otro. Me<br />
quedaba observando <strong>la</strong> pantal<strong>la</strong> durante horas y horas y no obtenía respuesta<br />
de <strong>la</strong> razón de su infidelidad. Toqué con suavidad <strong>la</strong>s tec<strong>la</strong>s,<br />
coloqué <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ve que nos permitía más intimidad, con esto le reve<strong>la</strong>ba