Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
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concepción y configuración de los dirigentes del futuro. Ellos debían<br />
ve<strong>la</strong>r que el espermatozoide de <strong>la</strong> fecundación proviniera de mi órgano<br />
sexual, <strong>para</strong> poder fertilizar el óvulo de Higinia 26, <strong>la</strong> hija de <strong>la</strong> 25. Todo<br />
lo anterior estaba refrendado en un formato de contrato que poseía <strong>la</strong><br />
clínica. En éste se especificaba, que en ningún momento los donantes<br />
tendrían conocimiento uno del otro. Esto aseguraba que <strong>la</strong> concepción<br />
se realizaría de <strong>la</strong> manera más higiénica posible, sin contacto visual, ni<br />
carnal, ni de ningún tipo. Tales precauciones se tomaban, <strong>para</strong> evitar los<br />
gérmenes emanados durante los choques “persona a persona”. Estaba<br />
c<strong>la</strong>ro, que <strong>la</strong>s concepciones de los niños realizadas mediante <strong>la</strong>s refriegas<br />
carnales, sólo estaban permitidas entre <strong>la</strong>s personas de los bajos estratos<br />
sociales. Por lo tanto, <strong>la</strong> clínica y los padres de los donantes se comprometían<br />
a evitar toda posibilidad de encuentros personales, ni virtuales<br />
entre los donadores.<br />
Pero el albur le da paso a lo imposible. Resulta que, cuando tenía<br />
nueve años conocí mediante el correo electrónico a Higinia 26. Este<br />
encuentro fue muy animado, a pesar del vocabu<strong>la</strong>rio limitado que estaba<br />
permitido utilizar a personas de sexos diferentes —aunque no lo crean,<br />
no se toleraba identificar el sexo cuando <strong>la</strong>s personas se intercomunicaban<br />
vía e-mail—. Esto evitaba cualquier contacto personal futuro.<br />
Sólo mediante un permiso muy especial, entre científicos, estaban autorizadas<br />
<strong>la</strong>s conversaciones intersexuales, siempre y cuando se utilizara<br />
un código especial <strong>para</strong> tales fines.<br />
No cabe duda, <strong>la</strong>s leyes, los decretos, los convenios, los tratados y<br />
todo aquello que implique prohibición, se hicieron <strong>para</strong> vio<strong>la</strong>rlos. La<br />
computadora, que sirve <strong>para</strong> alejar a <strong>la</strong> gente, nos sirvió <strong>para</strong> acercarnos a<br />
Higinia 26 y a mí. Como se sabe, primero se hizo <strong>la</strong> trampa y después <strong>la</strong><br />
ley. Mediante un artilugio cibernético logré infringir los códigos que me<br />
se<strong>para</strong>ban del mundo. Por medio de <strong>la</strong> computadora logré establecer<br />
una gran amistad con <strong>la</strong> futura receptora de mis espermas. Pudimos<br />
conocernos más íntimamente, también intercambiamos fotos, esto nos<br />
permitió tener una idea de <strong>la</strong> forma y figura de cada uno de nosotros;<br />
Compartimos nuestras preferencias y nuestras inquietudes. Ya no jugábamos<br />
con amigos virtuales, ahora teníamos nuestras máquinas programadas<br />
<strong>para</strong> jugar y conversar; en fin, nuestros contactos se hicieron mas<br />
frecuentes.<br />
Crecimos juntos, compartiendo nuestros avances, yo, en materia<br />
musical y el<strong>la</strong> en literatura. Higinia 26 se convirtió en una niña prodigio,<br />
JNURJ<br />
Ovario 2050