Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
levantarme más temprano y acostarme más tarde; hasta <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, que<br />
todas <strong>la</strong>s noches veía y comentaba con mi mujer, tuve que dejar de ver<strong>la</strong>.<br />
Mi re<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong> máquina se hacía cada vez más personal. A tal<br />
grado, que ahora en ade<strong>la</strong>nte, <strong>para</strong> referirme a el<strong>la</strong> <strong>la</strong> l<strong>la</strong>maré Domiti<strong>la</strong>.<br />
Cada día aprendía cosas nuevas de el<strong>la</strong>. En <strong>la</strong> noche, antes de acostarme,<br />
<strong>la</strong> limpiaba con sumo cuidado. El domingo siguiente después de mi<br />
cumpleaños, cuando realizaba <strong>la</strong>s <strong>la</strong>bores de limpieza, por curiosidad<br />
descubrí el número de serial; observé con gran sorpresa que aparecía<br />
AN 0383838 —¡qué coincidencia!— Las iniciales de mi nombre y el<br />
número cabalístico. De inmediato pensé: Domiti<strong>la</strong> te hicieron <strong>para</strong> mí.<br />
Pasó mucho tiempo y comencé a manejar a Domi como todo un<br />
veterano, así <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mé cariñosamente. Coloqué una colchoneta al <strong>la</strong>do<br />
de el<strong>la</strong> <strong>para</strong> sentir el calor que emanaba durante <strong>la</strong> noche. No asistí más<br />
a <strong>la</strong> oficina; comprendí que podía hacerlo todo desde mi casa y enviar el<br />
trabajo por el correo electrónico. Descubrí, que mediante una c<strong>la</strong>ve,<br />
únicamente yo podía tener acceso a ciertos archivos privados, por tal<br />
razón, podía tener con Domiti<strong>la</strong> una re<strong>la</strong>ción más íntima; entre los dos<br />
había cierta confidencialidad. Con sólo pisar una tec<strong>la</strong>, tenía acceso a <strong>la</strong><br />
información que requería. Compré algunos programas de juegos, así<br />
podía pasar toda <strong>la</strong> noche divirtiéndome con el<strong>la</strong>. El mayor éxtasis de<br />
felicidad que percibí, fue cuando me conecté a Internet, a partir de ese<br />
momento tenía el mundo a mis pies; me había convertido en un homus<br />
internacional.<br />
Fueron muchas <strong>la</strong>s noches y muchos días al <strong>la</strong>do de Domi: jugando,<br />
oyendo música, viajando por el mundo, viendo pelícu<strong>la</strong>s, trabajando<br />
junto a el<strong>la</strong>. Cuando terminaba de utilizar<strong>la</strong>, <strong>la</strong> limpiaba con delicadeza<br />
y mimosidad. Fueron meses, años, no sé cuánto tiempo pasó, hasta que<br />
un día salí del estudio. Cuál no sería mi sorpresa. Encontré el apartamento<br />
completamente solo, no había nada: ni comedor, ni recibo, ni<br />
cuadros, nada, absolutamente nada. Fue cuando pude percatarme que<br />
mi mujer se había <strong>la</strong>rgado junto con mis hijos. Nunca supe cuándo ocurrió<br />
<strong>la</strong> deserción. Encontré una nota sin fecha, en el<strong>la</strong> pude leer: “Adiós,<br />
te abandono <strong>para</strong> siempre, me llevo los niños; te deseo que seas feliz con<br />
Domiti<strong>la</strong>”. Mi alegría fue grande, no había motivo <strong>para</strong> <strong>la</strong> tristeza,<br />
menos aún remordimiento alguno de mi parte. Ahora podía jurarle<br />
fidelidad a Domi, sin interrupciones, sin tener que compartir mi tiempo<br />
con nadie, sino que todo se lo dedicaría a el<strong>la</strong>. Estaba en el cenit de <strong>la</strong><br />
felicidad.<br />
JNVQJ<br />
`ìÉåíçë é~ê~ Åçåí~ê