Cuentos para contar - Editorial 'El perro y la rana'

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meretrices me informó que Isadora y Pigalle se habían ido con sus maletas sin despedirse de nadie. «El Paralelo no volvió a ser lo que había sido, creo que lo abandoné. Pienso que fue por despecho, por rabia o por algún sentimiento escondido que no pude identificar. A partir de la deserción de mis seres queridos el negocio empezó a decaer y la bebida fue mi fiel compañera; la sombra de la debacle comenzó a quitarle el brillo a El Paralelo con la creación de otros burdeles en la carretera las meretrices abandonaron El Paralelo. Había comenzado el principio del fin. «Me había abandonado la francesita, la luz de mi vida que alumbró la senda del amor. Necesitaba sus palabras almibaradas, sus miradas de azul eléctrico que me habían robado el aliento. Simplemente necesitaba esa mujer. También se había ido Isadora, el alma de El Paralelo. Mi ánimo y me espíritu estaban resecos como una pasa. «En cuanto al negocio, como lo referí anteriormente, estaba en su peor momento. Me vi acosado por los acreedores, puesto que no podía honrar mis créditos. Los servicios de agua y luz los cortaron. Las candilejas de El Paralelo se apagaron para siempre y para el colmo tengo una amenaza de embargo. «Lo que más me molesta de todo esto, es que tengo cincuenta años y nunca tuve una relación sexual con una mujer; a todas las miré como material de trabajo. Tengo el temor y la vergüenza de morir célibe. Es que las reglas que pasaron de la vieja madama a mi madre y de ella a mí, había que cumplirla como un mandato divino. Dos generaciones legislativas se incrustaron en mi piel, en mi carne, en mi cerebro y ello fue el motivo de mi infelicidad. El día que apagué por última vez las candilejas renegué de mi genética, de mi patrimonio cultural y religioso; todos estos contribuyeron a que Pigalle, Isadora y yo no lográramos entendernos sino más bien a separarnos.” Aquí finaliza lo escrito en el documento. No sé si se perdieron, o se extrapapelaron otras páginas en el desorden del embargo. Entre los papeles, también encontré unas descoloridas postales provenientes de París sin remitente y sin una sola palabra escrita. Nada pude saber sobre el fin de Arsubanipal, ni de las otras personas del relato, pero algo aprendí de la lectura del documento. Existen otros mundos paralelos al que resido, casi de otras dimensiones, en los que las leyes, principios y reglas morales son diferentes al mío pero sus moradores aman, odian, sufren y lloran; tienen los mismos JONSJ `ìÉåíçë é~ê~ Åçåí~ê
pesares y alegrías similares al mundo donde vivo. Después de la lectura, juré que más nunca emitiría juicio u opinión sobre ninguna persona; el mejor tribunal es el de la conciencia. Fue cuando entonces me dieron lástima los jueces, porque muchas veces se equivocarán sin saberlo. JONTJ Candilejas en El Paralelo ã~êòç OMMN
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